lunes, 25 de febrero de 2013

Mi bailarina

Escuchaba el compás de la música desde sus labios,
cerraba los ojos y la sentía, suave y ligera.
De pronto estaba ahí, sumergida entre giros
giraba entre mis brazos. 

Mis manos la tomaban de la cintura, 
y mientras giraba el sol salía desde su mirada e iluminaba el resto del universo. 
Sus piernas imitaban los suaves movimientos del viento 
o los fuertes movimientos de gigantes olas del mar,
sus piernas bailaban también enrolladas en mi cintura. 

También bailaba su respiración, 
bailaban sus suaves labios mientras me besaban 
bailaba su cintura al ritmo de la mía.

Yo, solamente la veía danzar, danzar entre la lluvia
desde el cielo, encima de la mesa, encima de mi cuerpo
solamente la sentía bailar dentro de mi alma. 

 Las leyendas decían que las musas eran bailarinas, 
 y ahora me doy cuenta que las leyendas son verdaderas
porque mi musa no deja de danzar,
danza en mi cuerpo, gira en mi mente y se desliza por mi alma. 

Yo solo la contemplo y me hace empezar a escupir versos sin control. 
Nadie podría pensar que una bailarina pudiera reflejar el sol de todo el universo desde su cuerpo,
hasta que vieran la belleza de mi musa bailarina. 


martes, 5 de febrero de 2013

Microcuento: Pesadilla

Me desperté totalmente agitada del terrible sueño, abrí los ojos y suspire amargamente.
Sin embargo, al sentir mis manos cálidas y respirar el olor a sangre que brotaba de ellas, volvió a mi el sentimiento de paz.
Abracé su cuerpo sin vida y me susurré a mi misma: "todo irá bien"

Más bien destino que coincidencia

Aquella primera palabra que cruzamos, una coincidencia
Los tantos  días en que rondaba tu presencia, coincidencia
Coincidía que al vernos a los ojos, me dijeras mil palabras sin abrir la boca. 
Coincidía también que al encontrar tu mirada, no pudiera salir nunca más de ella. 

Eran una coincidencia, tus labios sobre los míos, calzando perfectamente. 
¿Fue también coincidencia que tus brazos encajaran perfectamente sobre los giros de mi cadera? 
Una coincidencia, que yo tuviera la canción que querías escuchar
que tu tuvieras escrita sobre tu piel, los versos que yo quería escribir 
que yo tuviera entre mis manos, las lineas que te faltaban sobre tu lienzo. 

Sin embargo, no podría llamarle coincidencia a lo que se siente como destino
No podría llamarle coincidencia a la obra de arte que se complemento con los colores regados sobre la paleta.
No podría llamarle coincidencia a los últimos acordes de una canción 
ni a los últimos versos de este poema. 

Se le llama más bien destino, cuando se encuentra una mirada de donde no se puede salir nunca. 
Se le llama más bien destino, al sentimiento mutuo cuando se roza la piel. 
Se le llama más bien destino, a cruzarse con la mujer que lo complementa todo perfectamente.
Más que coincidencia se le llama destino al amor. 
Lo nuestro es más bien destino, que coincidencia.