martes, 5 de febrero de 2013

Más bien destino que coincidencia

Aquella primera palabra que cruzamos, una coincidencia
Los tantos  días en que rondaba tu presencia, coincidencia
Coincidía que al vernos a los ojos, me dijeras mil palabras sin abrir la boca. 
Coincidía también que al encontrar tu mirada, no pudiera salir nunca más de ella. 

Eran una coincidencia, tus labios sobre los míos, calzando perfectamente. 
¿Fue también coincidencia que tus brazos encajaran perfectamente sobre los giros de mi cadera? 
Una coincidencia, que yo tuviera la canción que querías escuchar
que tu tuvieras escrita sobre tu piel, los versos que yo quería escribir 
que yo tuviera entre mis manos, las lineas que te faltaban sobre tu lienzo. 

Sin embargo, no podría llamarle coincidencia a lo que se siente como destino
No podría llamarle coincidencia a la obra de arte que se complemento con los colores regados sobre la paleta.
No podría llamarle coincidencia a los últimos acordes de una canción 
ni a los últimos versos de este poema. 

Se le llama más bien destino, cuando se encuentra una mirada de donde no se puede salir nunca. 
Se le llama más bien destino, al sentimiento mutuo cuando se roza la piel. 
Se le llama más bien destino, a cruzarse con la mujer que lo complementa todo perfectamente.
Más que coincidencia se le llama destino al amor. 
Lo nuestro es más bien destino, que coincidencia. 

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