domingo, 31 de enero de 2016

Lo cotidiano

¿Cómo has logrado ser tan transparente?
Tal vez tu mente no es consciente, de las veces que te miró de reojo
Para sorprenderte, desdibujando el límite entre lo humanamente banal
Y lo divinamente erótico.  
Y si nuestros ojos se encuentran en el momento,
Busco en ellos alguna pista tímida de vergüenza,
Y me encuentro con la expresión que me ha degenerado poco a poco el pensamiento.

Nos tumbamos inmóviles, cada una con la mirada pérdida;
Cuando mis ojos se vuelven consagrados otra vez,
Para permitirles ver el fino movimiento, cuando tu falda reveló
Aquellos muslos modelados con marfil.
La misma brisa, parece querer matarme de agonía
Cuando justo en el momento en que subes los escalones frente a mí
Me regala una mirada cómplice de  tus rebosantes caderas.
Cuando me tocas los dedos con los tuyos;
Y mi vertiginoso deseo de tomarte, me quema todos los pensamientos hasta llegar al vientre.
Cuando hablábamos ya no sé de qué cosas,  y te has reído lentamente descubriendo tu cuello.
Tu cuello que está cubierto de pequeñas estrellas,
Tu cuello que tantas veces he tomado fuertemente entre las manos,
Hasta producirte el éxtasis que tanto anhelabas.



Me pregunto ¿cómo eres tan transparente?
Dejando que te vea los deseos desnudos, en un día tan mundano como un lunes.
Y me permites comerte en pensamientos y miradas,
Hasta relamerme los dedos con satisfacción.
Tu erotismo, esta tan expuesto que me encuentro sentada
Cerrando los ojos y tratando de encontrarte
O de hacer un hechizo para invocarte
Porque mi cuerpo  pide a gritos provocarte,
Hacerte estallar mil veces por noche
Y borrar para siempre esa línea que divide mi fantasía de lo real,
Lo divino de lo humano.
Eres tan transparente,
Porque eres depravación animal,
Eres delirio de diosa.

En forma de cotidianidad humana. 

lunes, 29 de diciembre de 2014

Anhelos

El silencio sangra sobre mi piel,
hace estallar mi pensamiento.
Suena el eco, el grito, el llamado
retumba entre las cuatro paredes.

Sumergida en pensamientos delirantes,
en sábanas que abrazan la piel,
en la sutil canción nocturna.
Te pienso y apareces,
me arrebatas el sueño.

Te pienso y te materializas,
Te pienso y todo brota,
Anhelos, Anhelos,
los deseos del alma;
Anhelos, fantasías despiertas.

Hay cuatro paredes con barrotes de hierro,
y dos mentes infinitas;
Necesito de tu mano, necesito de tus pasos,
Mi corazón anhela, traspasar cada Tratado,
cada límite trazado.

Sumergirnos en el Océano,
Apasionarnos dentro  de una cueva,
Dejar al viento soplarte los cabellos;
Vivir dentro de una arboleda.

Volvernos salvajes,
Acostarnos en el pasto bajo la luna estrellada,
Recorrer con nuestros cuerpos el místico anochecer,
Y aullar a la luna sin pudor.

Cerrando los ojos te puedo materializar,
Vivimos en el paraíso,
Eres mi Eva rodeada de pecados,
Eres mi Eva y yo, tu tentación,
El Significado,
Soy tu serpiente y tu eres mi Eva,
Saboreando la manzana en el Jardín de Edén.

Me llevas de viaje, más allá del mapa;
Y si el tímido rayo de sol, traspasa la ventana
Y sí el tímido rayo de sol ilumina tu cara,
Nadamos en el Océano, en la mejor tarde de verano.

Y si la luna brilla en el cielo,
y tengo en tus pecas el cielo estrellado;
me he acostado sobre el magnificente
cielo nocturno.

Y si tomas mi mano viajaré más lejos qué al centro de la tierra,
Recorreré más millas en ese instante; qué en 80 días,
Si me besas la espalda,
Moriré en un segundo y bajaré a los mismos Infiernos de Dante,
en un viaje épico.

Si tomas mi mano y cierras los ojos,
te llevaré a dar la vuelta a todos los planetas,
Sólo necesito de tu suave boca,
para viajar sobre mil mares.
Romper las ataduras,
Y hacer de nuestra voz, el eco infinito.

martes, 11 de noviembre de 2014

Musas hermanas

¿Acaso te alimentas tú de las lágrimas del cuentista?
Musa dormida, musa inerte
¿Qué es la muerte para ti? ¿Es acaso el abandono entre suspiros?
¿Escuchas mis clamores?
Musa dormida, musa inerte
¿Me has abandonado para siempre?

La muerte es para ti, transformación
La muerte es para mi, dejarte ir
Si pudiese aún pedirte un deseo,
sería darme aquello qué toda la vida he anhelado
¿Qué tienen aquellos hombres y mujeres de renombre qué no te puedo dar yo?
No te han traicionado, por la divina vida repetitiva,
por el ajetreo de la vida,
te he abandonado.

Pensar qué nací contigo,
en mi adolescencia fuiste algo repetitivo,
vienes y vas con la melancolía;
te alimentas de mis lágrimas,
en tu sadismo disfrutaste de mis noches de soledad.
Y desapareces ahora,
Musa inerte y dormida.

Ahora qué no estas me han visitado,
es tú hermana, la romántica,
la del soneto y la rima,
la que suspira,
la que besa y ríe en solitario;
la que llora sabiendo que en la mañana
la despertará el sol naciente.

Ella sabe qué debe vivir, buscando felicidad,
se alimenta de mis ganas de vivir,
y en la noche prende la luz;
y me recuerda qué la belleza le gana al mal del mundo.

Y el mal sigue ahí,
y tú sigues ahí,
Y la melancolía sigue sonando en la canción de fondo,
Pero ella, ella llena todo de belleza
y abraza el espacio vacío qué siempre existió
Y ya no te puedes refugiar ahí
con el vestido de seda negro, susurrando en desesperación.

Y si hoy decido llamarte,
ya no estarás ahí,
es tu hermana,
la que hace qué todo rime,
y qué con sonetos,
te cuente lo hermoso qué es vivir;
Entiendo que para ti es transformación,
entiende qué para mi me has abandonado
Y esto es un adiós.





domingo, 3 de agosto de 2014

Mandarinas

Para Maricruz

Recordamos juntos el árbol de mandarinas,
cuando el sol cortaba formas brillantes a través de las hojas,
y reíamos y cantábamos,
y nada dolía ni preocupaba,
todos pelábamos mandarinas al sol.

Y el árbol un día desapareció,
cómo quién termina su paso por la vida,
y en su lugar crecieron flores de colores,
pero; quiénes habíamos compartido la sombra y sus frutos,
guardamos el recuerdo, los juegos y su espacio en la tierra.

Y hoy es agosto,
en el día llueve y las mañanas a veces amanecen nubladas
y otras de colores,
para nosotros se ha nublado agosto,
y un día cortaron el árbol;
y se cayeron las mandarinas.

¿Alguien se acuerda si fue en agosto?
En agosto dejamos de ver tu sonrisa,
se desvaneció de repente,
en el día que se suponía ser el más feliz de tu vida.

Y a la sombra de un nuevo día y de un oscuro porvenir,
recordamos las semillas de los frutos,
los días de verano,
las risas y tu risa,
debajo del árbol.

El camino parece oscuro y desesperanzado,
pero; al posarnos donde alguna vez creció un árbol,
donde nos sentamos a comer mandarinas;
y a dibujar con los dedos en la tierra,
cuando nos sentamos donde solían estar las raíces,
y vemos como se llena de flores y de vida,
el camino ahora parece un jardín,
y aunque el árbol ya no da de sus frutos;
todos recordamos aquellos días de verano
cuando tu infinita sonrisa
llenaba los rincones del jardín.

Y si hemos de encontrarte otra vez,
es posible que lo haremos del otro lado del árbol,
que un día dio frutos y nos prestó días felices.
Y si hemos de encontrarnos a la luz del sol,
al inicio de otro agosto;
estaremos listos para enseñarte el jardín que ha florecido,
gracias a tus frutos.
Y hablaremos,
cantaremos,
jugaremos,
a la sombra del árbol que un día hecho fuertes raíces,
y creció allí,
y aún cortado; aún herido
nos engalano de recuerdos.

Aún en el vació de tu ausencia,
recordaremos donde hiciste crecer tus raíces,
y cantaremos,
y bailaremos,

al otro lado del árbol de mandarinas.

sábado, 7 de junio de 2014

Historia de las manos

¿Recuerdas cuando nuestras manos se conocieron?
Encontrándonos bajo los efectos de la primera charla,
se rozaron tiernas y suaves, alegres y revoltosas;
bajo un sol dominical y las ganas prematuras de rozar los labios
y el cuerpo entero.

Tus manos, siempre presentes, se acercaron temerosas a las mías,
Tus manos recorrieron mi cuerpo; como si del planeta entero se tratará;
allí trazaron mares, lagos y cordilleras rocosas.
Tus manos dentro de mi cabello, buscando frutos en la enredadera.

Tus manos ansiosas de demostrar sus virtudes; toman lápiz, pincel y pluma, cómo herramientas; pasta para modelar, tiza y entre tus manos; también, mis caderas.
Tus manos se doblan en primera; y yo aplaudo en silencio, sin que tú te des cuenta.

Una mano suave, delicada y virtuosa se entrelaza con la mía,
me acaricia los hombros, la espalda y los brazos,
agarra de lleno y en puño mis besos, y acaricia con ternura mis labios,
manos apasionadas, manos traviesas.

Tus manos son en sí mismas poesía,
puedo hablar sobre ellas y contar el relato,
confesar mis anhelos;
de empezar a divisar piel arrugada,
a sentirlas ásperas; aún entrelazadas a las mías.

O qué espero sentir la mano cálida en mi vientre,
ponerle un anillo en uno de los dedos, para que brille bajo el sol,
acariciarla cien años, reproducirla en un par más pequeño.

Qué acaricie mis brazos cuando estamos bajo las sábanas, en una noche fresca,
qué me tome mi mano y la abracé en una conversación cotidiana,
que limpie mis lágrimas;
que sea objeto de consuelo y alegría,
que tracé en mi poesía,
que enseñen,
que amen, que eduquen,
y que la huella de tu mano, se llene de líneas de toda una vida,
y quedé para siempre encerrada en mi pecho,
que mi mano quede encerrada en la tuya,
que no se aparten,
que se complementen,
qué se fortalezcan juntas.
que sueñen y realicen,
y qué al final, las huellas de nuestras manos tracen para siempre;
la historia de un recuerdo.

miércoles, 2 de abril de 2014

Ocaso en marte

Todos eran en tonos azules y naranja, sin embargo; no era el mismo azul ni el mismo naranja que conocía, era azul eléctrico y naranja que quemaba la piel.
Y observando ese majestuoso paisaje, ya podía marcar el día 370 con una gran "X" color roja. 

Nunca pensé que llegaría el 2025, no puedo entender cuantos días han pasado; pues ya no entiendo el concepto de días, los contamos por la cantidad de ocasos azules que logramos ver.

La vista nunca va a dejar de ser naranja y los ocasos no van a dejar de ser azules.
¿Acaso importa que entremos en formalismos? ¿O siguen importando nuestros nombres que ya probablemente fueron borrados de los registros de la tierra y de las memorias de los pocos que dejamos atrás?
Mi nombre es Tomas y el color naranja me produce nauseas, me recuerda al vómito de un perro terrestre, me recuerda a enfermedad y a pandemias, que tanto presencié en los últimos años.

Era el 2015, y el planeta donde habitaba era 70% agua, no toda era agua cristalina y potable, pero, ¿cuanto pagaría por la vista de un pozo de aguas estancadas donde se pudiera reflejar el cielo lleno de nubes grises?
Y el resto humanidad, y vegetación, reino animal, ingenio, romance, la poesía; cuánto la extraño, supongo que por eso escribo en esta bitácora.

Era el 2015 y nos llamaban locos, era el 2015 y nadie se lo imaginaba, aún eran teorías conspirativas, aún se veían los planos como una portada de ciencia ficción y ahora aquí estaba.
Y supongo que sí, si lo soñaba, si soñaba con todas esas pobres almas humanas, que no se imaginaban lo que venía, que se atragantaran en sus palabras y se asfixiaran en arrogancia, en vanidad, en sus propios problemas ambientales, que se llevaran el reino vegetal, que absorbieran todo el agua potable con la pajilla de los cerdos capitalistas, que se matarán por sus imaginarios dioses y que yo, no estuviera allí para verlo, y verlos rogar y escuchar sus plegarias mientras el casco tapaba mis oídos sin posibilidad de ver atrás; esos eran mis verdaderos deseos, a diferencia del discurso político para mi aplicación.
Odiaba ser parte de esos humanos que peleaban por un libro escrito hace millones años, o por si la erección de un hombre debía ir en el recto del caballero o en el canal vaginal de la dama o en cualquiera de los casos si debía o no eyacular  en el piso para no matar futura progenie.

Y allí estaba observando con nostalgia, un sentimiento  humano, ese ocaso de eléctricos colores y deseando tocar el pasto con los dedos desnudos, leer un libro a la sombra de un árbol con hojas verdes y amarillas, escuchando la armonía de los pájaros; o simplemente escuchar la risa de un niño correr por los suburbios, sentarse en el autobús y ver la carretera y los techos de las casas.
Encender la televisión y ver los programas de realidades vacías y estéticas, derramar una lágrima con una película conmovedora o cantar mi canción favorita en la ducha; y ya nada estaba, ese mundo había dejado de existir, aquí y allá; todo era diferente, allá colapsado y aquí vacío.

Me levanté hacía la base; era muy diferente a mi hogar en la Tierra, no había nada verde, ni paredes de cemento con decoraciones florales u orientales, en su lugar eran paredes metálicas incapaces de trasmitir el calor de un hogar, como cuando ha caído la lluvia y no se anda paraguas, el placer de entrar por la puerta y ponerse medias calientes; era ese calor el que las paredes ya no trasmitían.
Se entraba por una puerta automática, cada uno tenía un código en el traje,  la puerta lo escaneaba para abrirlo; para cuidarnos de la invasión del resto de la población. Se entraba a un vestíbulo color metálico en el que podíamos dejar los trajes especiales y las botas de arena marciana y quedarnos con un material muy terrestre, trajes de algodón.

La base nos suplía del oxígeno y la luz necesaria, ambos generados artificialmente, el vestíbulo conducía a tres cámaras, los cuartos de descanso de cada uno.
Estos contaban con sábanas limpias y blancas, una cama esterilizada, un escritorio de metal, una bitácora y un lapicero con tinta espacial, computadora personal y un pequeño armario con miles de suplementos iguales de medias, paños, navajillas, cremas, jabones, pasta dental y cepillos. Todos los tres cuartos de descanso eran iguales.

Pasando los cuartos de descanso se encontraba el cuarto de baño en común, tenía la luz blanca más clara de todos los cuartos de la base, un inodoro esterilizado, en el que los desechos eran conducidos a un relleno sanitario donde eran convertidos en abono y las aguas recicladas.
A la par tenía una especie de cuarto personal que funcionaba para limpiarnos con vapor; ya que economizaba el agua mucho más que una regadera normal.

Al salir de ahí nos dirigíamos al centro de alimentación; se dividía en el vivero, el cual era mi lugar favorito para meditar, ahí crecían artificialmente abonadas y regadas; plantas originadas de la tierra y había un pequeño campo de prueba para sembrar vegetación encontrada en el terreno de marte; vale destacar que encontramos ciertas fuentes de agua en este planeta, pero aún son muy limitadas y se está trabajando en encontrar más.
El otro lado del centro de alimentación era una mesa larga metálica y unos centros de refrigeración con toneladas de comida enlatada y plastificada proveniente de la tierra.
Además de esto, teníamos dos comodidades importantes: un botón de pánico, en el caso de que  hubiese una emergencia o un gran descubrimiento y una manera de conectarnos con la tierra de vez en cuando, por unos cuantos minutos para recibir notificaciones, noticias, instrucciones y retroalimentación sobre nuestras investigaciones.
Nunca estuve acostumbrado a compartir mi apartamento y tampoco me resultaba muy atractivo el concepto de compañía; pensar que viajar a Marte sin tiquete de regreso me haría más independiente del contacto humano hasta hacerlo desaparecer fue mi error. Lo compartía con dos personas, una mujer asiática de 30 años y un hombre moreno con raíces latinas de 35 años.
La asiática era doctora y el latino era biólogo en su vida terrestre; y ahora identificarlos por nacionalidad era ridículo, absurdo diferenciarse por nacionalidad; si las personas de la tierra fueran puestas aquí eliminarían todos sus prejuicios y se unirían por el simple hecho de ser humanos; humanos con terror a las afueras de la base, nostalgia, depresión y por el hecho de compartir la misma anatomía y los mismos sentimientos.

A veces me gusta ver esta luna y reír de la ironía, la ironía de haber nacido en un mundo con la temperatura correcta, la biodiversidad, animales, oxígeno, agua, diversidad de cuerpos humanos; haber fundado civilizaciones, culturas, familias, tecnología y haber destruido todo; supongo que esto es lo que nos toca, tenemos lo que merecemos, un lugar lleno de montañas de arena roja, donde todos los colores que existen son distintos colores de rojo; no hay ríos en este lugar, no hay cultura, no hay floristerías en las esquinas; ni siquiera flores creciendo de la tierra, no hay aromas; el único olor que sentimos es olor esterilizado a oxígeno guardado en tanques.
Y me rió por la humanidad, pobres ilusos, todos los días encuentran una nueva forma de matarse y destruirse entre sí, enfermarse, discriminarse, hacerse daño; nadie ha estado tan solo como lo estoy hoy, nadie ha necesitado el cuerpo de una mujer tanto como lo necesito hoy, nadie ha ansiado tanto el calor humano como lo ansío hoy; nadie la sanidad como lo ansío hoy, o simplemente ver la tierra desde el exterior y beber un sorbo de agua.



Ocaso 380:

Hace unos momentos reposaba en mi cuarto de descanso, estaba observando el techo de mi habitación  e imaginando que entraba el olor de una cena recién hecha a mi cuarto, que escuchaba los niños jugando en la calle de al frente y que lloraba de alegría.; cuando unos fuertes golpes me trajeron de vuelta a marte.
Los tres lo escuchamos y salimos de nuestras habitaciones y nos encontramos en el pasillo; comentamos como el golpe había sido seco y sonaba metálico y los tres concluimos en que yo debería revisar afuera; ya que soy el ingeniero mecánico y podía ser una falla en la estructura de la base; los tres sabíamos que no lo era.
Me puse el traje rápidamente y salí de la base; fue un alivio saber que aún podía sentir suspenso y miedo subir desde las plantas de mis pies hasta mi estómago; era un alivio sentir cosas humanas y saber que aún no estaban perdidas.
Sentí miedo mientras caminaba la arena naranja del planeta rojo, trataba de encontrar alguna pista, algún trozo de metal, una piedra; pero no espere encontrar eso; al menos no todavía, no solo y sin ningún tipo de instrumento.
Era una huella, era una huella en la arena; al compararla con el tamaño de mi pie era un poco más grande; no podría relacionarla con la huella de un pie humano, si tenía dedos, pero, se veían largos; mi tarea científica y lo que parecía ser mi deber era recolectar pruebas y arena de esa huella y humanamente estaba aterrado;sabía que en algún momento esto iba a pasar, había sido un tema del entrenamiento, había sido un pensamiento y miedo constante, había sido una pregunta en los reportes; pero, no estaba listo, no era el momento y en ese momento sentí que iba a vomitar.
Pensé en dar una vuelta más y asegurarme que todo estaba bien; pero sabía que nada estaba bien.

Ayana y Eduardo me veían con miradas inquisitivas en mi regreso a la base; por un momento pensé en mentirles y devolverme a la cama.
Todos nos miramos, pues sabíamos que esto pasaría y todos nos volvimos a mirar sabiendo que aún no íbamos a poner nada en los reportes.
Después de un rato sin hablar; nos metimos de nuevo a la cama, esa noche escribí en mi reporte:

"Marte sigue siendo putamente rojo y helado"

Si ya no es difícil dormir en una cama que no tiene la suavidad de las cobijas de algodón; una cama donde se duerme dentro de sacos de aluminio electrizado y suenan a tormenta si no se esta quieto, si no es difícil dormir en un lugar donde no llega la temperatura de la noche terrestre, en un lugar donde se teme por dormir, soñar con la tierra y tener que volver a despertarse. 
Si ya no era difícil dormir en ese lugar, ahora tenía que intentar dormir con la amenaza inminente de que algo o alguien se encontraba afuera; que eran los nativos y que no andábamos pavo y espejos para conquistar sus tierras y pisotear su cultura. 

Ocaso 390: 

Empiezo a dudar sobre mi propia existencia, empiezo a dudar sobre la existencia de Eduardo y Ayana; tal vez nunca me fui, tal vez me encuentro en la tierra, experimentando los efectos colaterales de alguna guerra nuclear, o puede ser del máximo nivel de polucion; alguna de las muchas pandemias o una simple intoxicación por agua. 
Y sin embargo, no podía negar la arena marciana que rodeaba mis botas, no podía negar el ocaso que se ponía a lo lejos, no podía negar que había escuchado a Eduardo llorar a gritos en el baño vaporizado hace unas horas o que Ayana se había acostado con al intención de morir en el vivero; el espacio más cercano a casa. 
Escribo estos reportes porque es lo más humano que tengo, porque las emociones aún existen y me queman por dentro; porque tengo miedo, porque necesito soñar, para que las personas lo sepan; pero, sobretodo escribo para no perderme; escribo para que el humano que era se quede grabado en la impresión de una tinta sobre el papel, ya no soy el mismo, pero no quiero olvidarme nunca.

Ya no lo podemos negar más, estamos acompañados y al mismo tiempo estamos solos; no podemos interactuar entre nosotros, nos hemos vuelto cada vez más hostiles, cada vez más vacíos y hemos estado perdiendo la vida; de todos modos ¿Cuánto ha de valer la condición de ser viviente entre arena roja?

Ocaso 395-397

Sabíamos que esto iba a pasar, desde el sonido seco en la base, desde el entrenamiento; pero,  lo habíamos tratado de ignorar; no sé cuántos días han pasado; cuantos azules ocasos he visto, a veces sólo me quedo contemplando hasta que cae el próximo y tiñe de azul el cielo marciano y solo cierro los ojos e imagino el mar que alguna vez mojó mis pies y los hizo oler a sal.
Ya no lo puedo ignorar más, esta vez fue demasiado cerca, esta vez no son las típicas alucinaciones que tengo de sentir la tierra con mis pies, oler la tierra mojada y escuchar a los pájaros cantar en la mañana; las típicas alucinaciones  de mi lengua sobre los senos de una mujer y su cálida piel entre mi cuerpo.
Esta vez no; había escuchado el estruendo fuera de la base, había salido a revisar y lo había visto con mis ojos terrestres.
Hubiera deseado qué ese contacto visual acabará con mi existencia.
Su cabeza era ovalada y asimétrica; con bultos alrededor, sus ojos negros y también alargados hacia arriba, reflejaban el terreno de arena roja que nos rodeaba. El ente podía medir 1.90 de estatura; su piel se veía y sonaba viscosa; húmeda, dedos alargados con una especie de fulgor azulado alrededor y todo su cuerpo reptiloide de un color desconocido e indescriptible para mí.

Nos miramos a los ojos y pensé que este ser bien podría pasar por un hijo bastardo de la evolución humana.
Me encontraba inmóvil y aunque la llanura de su boca no se movía llegó un pensamiento a mi, sin lenguaje conocido; no lo podría explicar, aunque podría expresarlo como un cuestionamiento a mi estadía.
Perdí la razón, la cordura y mi habilidad motriz, los humanos no podrían estar más equivocados en sus dudas o la negación sobre la vida en los otros planetas, siempre consideré ese tipo de pensamiento arrogante y ahora increíblemente equivocado y soberbio.
La vida marciana existía y estaba ante mis ojos sus extremidades se movían hacia mi y mientras el ente se acercaba, sentía un dolor progresivo en el pecho.
Ahora desearía que esa presión hubiese acabado con mi vida, en cambio el ente se marchó junto con el resto de planeta desconocido y se marchó ante mis ojos.
En cambio me dejó preguntándome si al fin había perdido toda la cordura que quedaba ante un ente extraño, ¿cómo volver a la base y explicar a mis compañeros de celda el extraño fenómeno que había presenciado?
No hubo necesidad, al regresar a la base, aquel día del golpe en la pared; de alguna manera ya ambos sabían de que se trataba.

Sin embargo, había sido únicamente yo el que lo había visto en tal ocasión y los otros podrían tratar de convencerse de que aquello nunca había estado allí.
Pero, no esta vez, porqué hoy mientras escribo bajo el azul marciano celestial del cielo, Ayana debe estar de pie en la ducha de vapor pensando ¿Qué le pasaría a un astronauta salir de la base sin equipo protector?
Eduardo debe estar inmóvil en el vivero, cuestionando al dios que siempre le enseñaron que fue perfecto y que todas sus creaciones son perfectas también.

Hoy empezábamos el día con una misión, encontrar fuentes de agua o recursos líquidos, como arena mojada.
Mientras todos nos comprometíamos con la tarea, Eduardo encontró una baba transparente y viscosa; nos acercamos e íbamos a tomar una muestra; cuando divisamos ocho figuras más altas que nuestros cuerpos humanos. Eran nueve de aquellos y estaban alineados; la sensación de pánico inundo mi cuerpo de nuevo impidiéndome hacer algún tipo de gesto o palabra.

Mi mente curiosa al observarlos todos en fila, divagaba pensando que estos entes podían interactuar entre sí, formar civilizaciones, eran capaces de formar vínculos amorosos y de poblar sociedades.
Nos rodeaban y podía sentir como perdía la noción del tiempo; veía a mis compañeros, y los veía retorcerse como gusanos ante este mundo, no condicionado para mortales.
Así como la última vez, todos se marcharon sin decir una palabra, sin contestar nuestras preguntas.

Nuestro estado de conmoción no nos permitió movernos por un largo rato, solo nos observábamos las caras a través del oscuro vidrio del casco; no se cuánto tiempo pasó sin que se nos escapara una palabra, sin siquiera un vago sonido, primero fue Ayana y luego Eduardo; se levantaron con segundos de diferencia y caminaron lentamente hacia la base; sin mirarse, sin emocionarse y recordé que cuando nos habían dejado aquí nuestro espíritu científico aún vivía y quemaba nuestras almas, aún teníamos sueños para el planeta rojo, soñábamos en conquistas, en civilizaciones, en empezar de nuevo y perdonarnos por lo que le habíamos causado a nuestro lugar de origen; dejar todo atrás y conquistar de nuevo, creyéndonos erróneamente, la raza superior que podría regir en el final.
Caminé de nuevo hacia la base, tiempo después que los demás se fueron, caminé tratando de ignorar los sonidos que escuchaba y que eran desconocidos para mí, cerrar los ojos y relacionar todo lo que había visto y oído a mis experiencias terrestres pasadas y unirlos en lógicas explicaciones.

Entré a la base, la luz blanca brillante y las pocas sillas metálicas le daban un ambiente esterilizado al lugar, me quité el traje y lo colgué a un lado de la puerta. Al caminar hacia adelante dirigiéndome a mi lugar de descanso, encontré a Ayana desnuda, sentada en una silla de metal frío.
Se encontraba con la cabeza mirando hacia el techo, cómo tratando de nadar entre melancolías y existencialismos con la cabeza levantada, sentada en ángulo recto; la larga y lacia cabellera negra le cubría los pequeños senos y su cuerpo, que reposaba casi inerte en la silla, estaba hecho de porcelana; porcelana asiática, porcelana frágil.
Al verla recordé la verdadera ansiedad que sentía a diario por el calor que emitía una mujer al tomarla en los brazos, sus armoniosos quejidos, la forma en que se retorcían, la forma en que sus mejillas se sonrojaban, el suave tacto de sus rosados labios, el olor de su cabello, la forma de sus caderas, sus muslos, sus excitados senos y por supuesto, el cáliz de la vida y al fuente máxima de placer, entre sus piernas; a menudo soñaba con sentir ese calor y ese sabor de nuevo revoloteando entre los sentidos de mi cuerpo y en las capas más profundas de mi piel; sentí la necesidad más fuerte que nunca; nublando mi razón y mi cuestionable moral.

Corrí hacia ella y la tomé entre mis brazos, tome su cadera; su cuerpo parecía inmóvil, su cuerpo no tenía el calor corporal que recordaba en la tierra; sentía su piel de porcelana fría entre mis brazos, retenida contra mi pecho; tome sus senos con fuerza recordando como solían juguetear contra mi lengua, tome sus piernas y la miré a los ojos; sus ojos seguían cerrados, ya era muy tarde para detenerme, la lujuria, la pasión, la ansiedad son armas poderosas cuando se juntan con la falta de cordura y la soledad; su expresión no decía nada, pero su cuerpo manipulable lo decía todo.
La coloqué en el suelo, no necesité muchas fuerzas para abrirle las piernas y así en una posición de total fragilidad y vulnerabilidad la penetré con mi miembro erecto; mientras por primera vez en este lugar, las lágrimas lograron bañar mis mejillas.
Eduardo, quien acababa de escuchar todo, se sentó a mirar, con la cabeza entre las rodillas, se mecía de adelante atrás mientras yo la penetraba; afuera y adentro.
Después de  poco más de un minuto, exploté dentro de ella; haciendo lo que pudo ser una explosión de arte moderno, si se combinaba con su piel porcelana con ligeros tintes color púrpura.
Me levanté sin decir nada, me limpié las lágrimas con el reverso de mi mano; me vestí y deje su cuerpo sin vida en el piso del cuarto; estaba seguro de que Eduardo la necesitaría después.

Yo, por supuesto, sabía que le pasaría a mi cuerpo dentro de unos minutos, cuando me quitará el casco en el medio del planeta rojo, probablemente durará unos minutos, o incluso segundos antes de que empezará a perder el conocimiento; después la sangre empezaría a hervir provocando la falla cardíaca que acabaría con mi vida.
Mas, nunca me iría sin terminar mi último reporte para la investigación:

"Los ocasos en marte son siempre azules; marte sigue siendo intensamente rojo y helado, las tormentas de polvo son la única distracción; probablemente este lleno de civilizaciones humanoides quienes, de todas formas destruirán la raza humana, si no es que, los humanos que quedan, ya se han destruido a si mismos."

















martes, 8 de octubre de 2013

Mónica

Mónica, siento como mis labios vibran saboreando su sonido
de tu piel brotan sonetos y poesía 
¿Cómo no traducir en un papel los versos de tus ojos?
Mónica, el nombre de esta poesía y también de la sinfonía;
mi musa, mi musa eterna. 
Podría asegurar que antes de ese domingo, me visitabas 
Podría asegurar que ya había sentido la canción de tu alma en las noches de inspiración 
Que me visitabas en las noches que en la soledad me retorcía bajo las sábanas. 
Mas, ese día que llegaste, que tu presencia física se volvió sólida frente a mi 
el día que conocí a mi musa y me perdí en sus ojos, 
desde ese día no me abandonaste. 

Mi musa, mi vibrante musa directa de Venus
mi diosa griega, 
la escultura sobresaliente de mármol. 

M, mis labios se sintonizan como los nuestros, 
O, con la boca entreabierta y apasionada 
N, siento como mi lengua acaricia suavemente mi paladar 
I, como una sonrisa abierta, llena, pura. 
C, desde la garganta, desde el alma, desde el centro. 
A, termina como un suspiro.  

Tan solo pronunciar tu nombre llena de erotismo mis sentidos, 
de pasión mi fonética. 
Grito tu nombre, 
lo suspiro, 
lo beso, 
lo bailo, 
lo lloro, 
lo amo, 
lo jadeo, 
lo abrazo, 
lo pronuncio. 

Mónica, llenaré libros con tu nombre, 
Mónica, lo suspiraré todos los días. 
Mónica, lo diré tantas veces como las pecas que adornan tu cuerpo. 
Hasta que mis labios aún pronuncien sonidos, 
pronunciaré tu nombre y lo sentiré salir desde el centro. 

Y cuando te lea estos versos, 
que son simpleza en comparación con tu alma, 
tu cuerpo, 
la vida que habitas
cuando te lea los versos sentiré como nuevas rimas salen de tu cuerpo 
y se siembran en el mío 
y es que brotas arte 
y es que brotas de tu cuerpo, poesía.