viernes, 4 de octubre de 2013

De filias y aberraciones

Filias
Aberran todos el creciente monte de mi pantalón,
La humedad entre mis piernas cerradas,
palpitantes.
Cierro los ojos, quiero entrar al escondite.
Cierro los ojos para no compartir la fantasía
Fantasía prohibida.
Son los cuerpos acostados en su propia vergüenza,
en la esquina
en el rincón más oscuro de la mente.

I.  Rumear 

Recostado a la orilla de la ventana,
siempre a las cuatro y cuarenta
corren todas en cuatro patas sobre el pasto.
El pasto húmedo retuerce mi imaginación;
Hay una, siempre hay una
Hay una de pelaje suave y blanqueado,
manchada,
sucia.
La imaginación vuela y yo me retuerzo con ella.
Fertilizó el pasto que entra en sus rumiantes bocas
Me siento a esperar hasta que llegue ella
sucia
lo mastica y lo vuelve a tragar.
Exploto.

II. Nylon 

Tan solo me interesan tus medias de nylon.
El sonido del nylon sobre tus muslos,
no son ellos,
son tus medias.
Y así mi mano viaja ida y vuelta al Monte de Venus.
Tratas de montarme,
tratas de explorarme
y yo solo quiero tus medias de nylon,
su sonido
sus fibras sobre mi piel.
Cierro los ojos
Habito las pieles de nylon
Vuelvo en un beso
¿Cómo te atreves a besarme?
¿No sabes que solo quiero tu nylon ahogando mi garganta?

III. Ilegal 

El viento cortaba el mecer de las hamacas
Soplaba el interior de mi sotana
Ya lo había visto,
suave, pequeño
del tamaño justo.
Lo había visto correr y gritar.
Era del tamaño justo

Dios no me perdonaría
Pero, el fuego me sofocaba
dentro del sacramento.

Su rostro era sagrado
y yo ya había crecido,
Era hora de abandonar el lugar de juegos
Era hora de ir al recinto de mi vergüenza

Mis deseos explotan,
silenciosos,
sofocantes,
inmortales.

IV Cleveland Steamer  

Su ano.
Su ano es igual a todos
Mas, no lo que sale de él
Fruncido
Apretado
No puedo más.
La respiración se acelera
Su olor putrefacto me alimenta la piel
los sentidos,
el sexo,
la mente.
Me preguntó si su sabor me haría reventar,
mis pulsaciones resuenan.
Al fin sale,
todo termina
Siempre todo termina,
atormentándome.

V. Cicatrices de cuero 

El calor de la habitación me inunda,
ya no soy la misma,
siento mi mirada cambiar;
siento mis labios saboreando anticipado el manjar.
Ya no te veo,
¿Dónde te has ido?
En tu lugar solo veo un objeto de mi placer, una presa sexual, un desecho
Te lo has ganado, los gritos resuenan y me llenan;
Mis manos, como garras, jalando tu cabello,
te obligan a girar
Tus nalgas en mi poder,
tu cuerpo entero retorciéndose
bajo el látigo, las cicatrices se calientan
igual que el flujo que humedece mis piernas,
Me ruegas;
y yo solo puedo esperar el momento que una lágrima de dolor caiga de tus pestañas
Tus pezones rosados, levantados
¿Cómo vas a decir que no, cuando se que te gusta?
Los veo oscurecerse bajo mis dedos, presionándolos,
retorciéndolos
Ya no puedo más,
¡llora maldita, llora!
Mi mano vuela hasta tu garganta,
se resbalan las lágrimas en el maquillaje
y ambas terminamos en temblores.


VI. Ojos. 

La vista,
los ojos abiertos,
habían ranuras en la puerta,
la vista,
la vista me hace suspirar
mi mano viaja debajo del pantalón
Mientras los amantes se revuelcan,
en las sábanas,
en el suelo,
en mis ojos.
Amantes, uno, dos, tres
Mujeres, hombres
jadeantes, sudorosos
sin saber que complacen mis deseos,
sin saber que explotó y crezco
de la vista, hacia adentro.

VII. Gabardina abierta 

Cuando las flechas marcan el otro lado del reloj,
la noche viste los callejones, las calles, los autobuses;
es la hora de satisfacernos a todos
y así siento la verguenza crecer en mi cuerpo,
la cubro con la gabardina negra de todos los días;
si estas paredes hablarán,
las acabó de silenciar con el llavin cerrado
Y hoy es noche de soledad,
de finales de turno,
de medias de nylon y tacones resonando en la noche;
hoy es noche de neblina y la gabardina negra.
Allá venía la primera de la noche,
era solo un botón que soltar
la vergüenza salto a la luz y creció con el grito sordo de su femenina voz.
Corrió y eso me llenó un poco más.
Desde el parque, en el autobús,
Todas gritaban,
tenía el control,
ya no debía sentir vergüenza:
Me temían,
hasta que la luz del sol les cubría la cara;
era hora de terminar encorvado,
en una esquina de la pared silenciada.

Épilogue
No hay esquina,
no hay salida,
no hay gritos que calmen estos pensamientos.

Al final, todos se rinden,
todos jadeamos,
nos retorcemos y los ahogamos
Y la ahogan,
la vergüenza,
fluye desde el vientre,
desde abajo,
desde adentro,
inundando el cuerpo.




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