lunes, 23 de enero de 2012

Enamorada de mi pesadilla

No he podido demorar más mi salida, he tenido que regresar de nuevo a casa, esa casa que me recuerda tantas cosas.
Memorias que serían mejor que fueran enterradas, y todo es igual aquí, en este lugar, el sonido del reloj, los muebles, las cortinas de la pequeña casa, todo igual, arreglado en una perfecta monotonía que sirve desde hace un poco más de seis años.
Desde que mi esposo murió seis años atrás y mi única hija se mudó al otro lado del mundo, esto es lo único que tiene una constancia en mi vida, mi casa, mi casa es igual.
Llego de mis miles de actividades que realizo para distraer mi soledad: eventos de caridad, clases de arte o conciertos locales. Pero, simplemente nada me hace olvidar el hecho de que mi esposo se marchó, que soy una viuda demasiado joven que no siente el amor de un hombre.
Me case con dieciocho años, y desde entonces me acostumbre al amor, pero, hace mucho lo único que podía hacer, era sentir lastima por mí.
Y así la rutina me estaba volviendo loca, y así el constante tic-tac del reloj me hacía pensar y pensar. Nada podía ahogar estos pensamientos, ninguna noche ni siquiera esa en particular.
El reloj me recordó que era la hora de dormir, o al menos de intentarlo, así que volví a mi cuarto y me puse mi bata, me acurruque en las cobijas e intente callar mi mente solo por un momento.
Mientras intentaba dormir y mantener mi mente ocupada en paisajes hermosos y buenos momentos, la ventana se abrió de repente. Fue un tanto extraño, no recordaba hace cuánto no se abrían las ventanas en esa casa, así que me levante y fui a cerrarlas.
Cuando me volví a acostar la atmósfera se sentía diferente, se sentía más calor, me sentía fuera de mi misma, como estar poseída por el deseo por un momento, dejándome llevar.
Empecé a sentir el roce de sus labios en los míos, en mi cuello, sus brazos enredándose en mi cuerpo con fuerza, sin embargo, una fuerza placentera.

Su cuerpo danzaba junto con el mío, a veces, en mis periodos de lucidez pensaba que era solo un sueño, nada de esto estaba sucediendo y otros momentos se sentía demasiado real para ser mi imaginación, parte de mi esperaba que fuera verdad, hacia tanto que esperaba algo así.



Cuando trate de levantarme, mi cuerpo estaba brutalmente adolorido, recordaba un sueño un poco loco, sobre un hombre, un sueño tal vez, aunque sonará descabellado, parecía como si alguien en mis sueños me hubiera despertado.
El cuarto tenía un perfume peculiar a y mis marcas en la espalda negaban la idea de que hubiera sido un sueño, en parte no lo quería.
Ese día no me sentía en todos mis cabales, de hecho, pase pensando en aquella noche, esperando llegar a casa, esperando acostarme en mi cama, necesitaba averiguar si aquel visitante nocturno volvería.
Y cuál fue mi sorpresa, al acostarme en mi cama, la ventana se volvió a abrir y el personaje volvió a besarme.
Sentía el roce de su piel con la mía, sus besos y sus caricias eran tan reales para mí que me costaba pensar que fuera todo un sueño, todo lleno de misterio, sensualidad, una dualidad de fantasía y realidad.
Y de nuevo, volví a despertar en la mañana, muy abrumada, con más marcas que la noche pasada, ya no sabía que era real y que no. Su imagen volvía a mí, y yo me convencía que era real, que su piel era real y había estado conmigo.
No sabía quién era, claro, un ente paranormal, nunca había creído mucho en esto, pero, no podía pensar en nada más, para explicar un hombre invisible visitando a una abandonada viuda.
Y así paso la primera semana, en esa primera semana que lo esperaba ansiosamente en mi cama, esperaba a que el espejismo se hiciera realidad . Esa primera semana todo cambio, mi pequeña casa, monótona, se convirtió y cambio, estaba de mucho mejor humor y solo deseaba que el llegara en la noche.
Después de la primera semana se fue convirtiendo en más que todo una adicción, una adicción que me dejaba sin fuerzas, exprimía todas las fuerzas de mí y aún en las noches si se demoraba un poco, tenía que llamarlo, no podía dormir sin que esa atmósfera poseyera mi cuarto.
Fue un día que una amiga cercana de la familia, se dio cuenta de mi estado, estaba más delgada, ojerosa y avejentada, según dice ella. Ya no salía de mi casa, solo me quedaba ahí hablando con él, aunque solo en las noches me pudiera escuchar.
Como era una buena amiga de la familia, y estaba muy obsesionada por el misticismo y lo paranormal decidí contarle sobre mi amante nocturno.
Su reacción fue de asombro y miedo. Me explico lo que había estado pasando en mi casa, las visitas de un “incubo” como lo llamo ella. Me enseño un libro donde leí sobre ellos, calzaba perfectamente con mi nuevo amigo:
“Un demonio nocturno que se aprovecha de mujeres durmientes y las convierte en sus víctimas.”
Toda la descripción calzaba con mi personaje. Debo admitir que esto, me tomo por sorpresa, mi adicción, mi deseo y mi nueva pasión, era un espíritu demoniaco.
Seguir leyendo me partía el corazón, no quería deshacerme de mi única compañia , a pesar de los efectos que leía eran desastrosos.
Una serie de rituales efectuados por mi amiga y otra amiga de ella que incluían algunas hierbas como ruda en el piso de mi cuarto, sal marina en las puertas y ventanas, cuarzos y cristales, espejos y botellas en varias partes de la casa.
Esa noche no llego, la ventana permaneció intacta, yo sola en mi cama, como lo había estado por bastante tiempo. Como lo extrañaba, eventualmente, aprendí a vivir sin él.
A veces, me parece escuchar un sonido en la ventana, un movimiento suave en las sábanas, una caricia. Hay veces que lo extraño, fue una pesadilla tan dulce.

Monólogo de una zorra

Con el ritmo de mis tacones al caminar, de fondo, escucho algunas voces que en modo de juicio me gritan: ”zorra”, algunos tienen el descaro de decirlo a modo de susurro, algunos son más valientes y me lo gritan.
Mientras mis caderas se contonean de un lado al otro con la falda ajustada, escucho las voces, los comentarios llenos de lujuria y uno que otro silbido y claro que me gusta.
Sí, yo no soy una de esas mujeres que se esconden detrás de un título de dama, que aprisionan todos sus deseos sexuales detrás de una falda una cuarta bajo la rodilla, que cubren sus pensamientos más sucios con unas mangas largas y un famoso cuello de tortuga.
Y allí voy con el escote que hace que la mitad de mis senos se encuentre al aire, y no me da la gana cerrarme ni un solo botón a pesar de las miradas inquisidoras de las señoras que caminan del otro lado.
Sí después de todo el título bajo el que me etiquetan no es más que un animal, la hembra del zorro, a menudo clasificado bajo características de astuto, travieso y hasta relacionado con un héroe, la hembra del zorro, la zorra no es nada menos que su compañera, también traviesa, astuta y dominada bajo sus instintos.
No me puedo ofender o alguna cosa parecida, cuando escucho esas voces que me tildan de zorra, por disfrutar la vida, las cosas que traen placer en el mundo, por tener mi pensamiento amplio y por estar siempre abierta… a experimentar cosas nuevas.
Al fin y al cabo, todas esas voces, femeninas la mayoría, en realidad todas, son zorras, aunque estén dormidas, lo son. Ellas podrán esconder su zorra interna, con esa mirada inocente, con su ropa decente y su actitud moralista, pero, a mí no me engañan.
Yo sé que piensa la señorita que pasa encerrada en la iglesia, que tiene sus senos escondidos detrás de una blusa holgada, asfixiados, sus caderas aprisionadas bajo una enagua hasta los tobillos. Ella con su mirada baja, solo puede pensar en sus momentos libres como le gustaría que un hombre, o tal vez una mujer la hiciera sentirse sensual, sacar todos sus deseos de ese cajón donde los tiene guardados. Claro, que intenta sacar a la zorra interna, que se lo pide a gritos con sus constantes rezos y penitencias.
También sé que esas señoras con sus palabras de juicio y sus miradas chismosas, cuando llega la noche, las invade el recuerdo de sus días cuando sus pechos eran puntiagudos, esas aventuras a escondidas, el sudor de un hombre y ese calor que inundaba su ingle apasionadamente.
A mí nadie me engaña, ni siquiera aquella ama de casa perfecta, con su cabello perfecto que cocina para su esposo y cuida del bebe hasta que este duerme. Pero, luego de arrullarlo y acostarlo, cuando el esposo viene a casa, ella no quiere ni lavar ni servir, solo quiere que la tomen con los deseos más apasionados y pervertidos en la cama, la mesa, la alfombra…

A mí nadie me engaña, todas somos igual de “zorras o “putas” sea cual sea la identificación que nos den. La diferencia es que algunas nos dejamos llevar por el deseo incontrolable y otras lo ahogan con hipocresía y doble moral, pero, al caer la noche, cuando el silencio más agobiante llega, todas queremos lo mismo.
A mí no me engañan yo sé que la vecina, esa que pasa en la iglesia, yo sé que cuando habla conmigo tiene fantasías en su subconsciente, también sé porque conozco la mirada, que cuando habla con el verdulero de la esquina tiene sus fantasías también y tal vez de esas si es más consciente.
Yo sé que cualquier título ya sea “puta”, “zorra”, “guarra” lo llevamos todas, no importa el tamaño o el color, o la preferencia sexual, nunca se puede acallar a esa zorra interna lo suficiente, nunca se pueden ahogar esos pensamientos sucios lo suficiente.
Yo, juzgada por externar lo que soy y las otras, admiradas por acallarlo.

Un bloqueo artístico y un mal de amores

Supongo que por mi alma de artista, esto es lo más cercano que puedo hallar a una solución, unos cuantos versos pérdidos que talvez solo unos lleguen a leer.

Una solución sentarme aquí, divagando en un espacio en blanco, escuchando canciónes con ritmos meláncolicos, con esta mi verdadera cara, mi cara de artista, de soñadora, de mujer, incluso en mis propios versos siento que la auto censura me asfixia.

Tener la libertad, de solo una cara tener, poder guardar las máscaras que me ayudaron en esta sociedad, guardarlas en el baúl que nunca más se abre.

Es, sin embargo, una cosa imposible, una utopía, pensar en mantener una sola cara, aunque con estas estrofas me este ahogando de hipocresía y la censura me coma por dentro, trato de mantener mis pensamientos en mi mente, aunque no hay deseo mayor, que todos los conozcan, ya que así siento que encarcelo un cuerpo que nunca conocera el rozar de su piel sobre otra.

Otro pensamiento, otra idea que se pierde en el vacío de las apariencias, otra boca que calla por la mayoría, otro amor prohíbido que busca una salida de su secreto, de armario.

Otra idea, que se guarda en una rincón, a la par de los objetos olvidados y empolvados y allí, es su soledad muere sin nunca haber sido conocida.

Entre líneas

¿Como puedo decirte a grandes voces y lamentos, que mi corazón te pertenece?
No tengo el valor necesario, para gritarlo o para susurrartelo al oído. No puedo expresar lo que significas para mí.

Solo puedo esperar que sepas leer entre líneas, cuando trato de gritarte que todos mis pensamientos te pertenecen, que antes de dormir eres lo último en lo que pienso, que cada canción que escucho y canto es para tí.

¿Cómo expresarte la desgarradora historia de mi amor, si cada vez que te lo empiezo a contar, aumentas la defensa?

¿Cómo penetrar los obstáculos que me pones, la barrera de hielo con la que proteges cobardemente tus sentimientos?

Supongo que nuestras personalidades diferentes se repelen de una manera indescriptible, yo solo quiero expresar como me siento, yo ya estoy acostumbrada a sentir y acostumbrada al rechazo, cada vez que llega a mi puerta mi querido enemigo solamente me levanto, escribo un poema patéticamente y me levanto.

Pero, en tú caso, es muy diferente, nunca le abres la puerta a los sentimientos, nunca bajas las defensas y eso me enferma porque solo quiero escuchar que me digas que me amas.

Se que lo sientes, yo si se leer detrás de la fría mirada, los movimientos casi programados.

Entiende, solo quiero hacerte feliz, quiero que conmigo descubras el mundo y las cosas maravillosas que hay en él.

Aprende a leer mis gestos, mis caricias y mis palabras, es la única manera en la que me puedes abrir tus sentimientos para consolarte en tu enfermedad, en tu tristeza y reir contigo en tu felicidad.

Talvez este sea el último poema que escriba, las ultimas estrofas sin rima que te dedique, espero que si lo lees puedas leerlo entre líneas, porque nunca tendré la valentía de gritarlo, ni siquiera de susurrarlo.