lunes, 10 de diciembre de 2012

Oda a la menstruación

Entre sus muslos, se siente el manantial caliente que baja desde el vientre, sangre roja, sangre luchadora.
Imitando así a los arquetipos femeninos, a la Madre Tierra, a la Luna.

Así como hijas de nuestra Madre, la Madre de todas y todos, nos engendra y fluyen de sus entrañas en forma de atardeceres y manantiales, no de agua pura, si no rojo sangre luchadora.

Y su compañera la Luna, su compañera la Luna nos entiende a las hijas de la tierra, ella es cíclica así como lo somos nosotras, se reinventa, renace, se muestra y se desnuda por épocas y en una determinada fecha se tiñe de rojo en forma de eclipse, tiñe de rojo el cielo nocturno, así como nuestra Madre tiñe de rojo los atardeceres desde su propio vientre.

La primera mujer que relata la biblia fue Eva, en sentido religioso Eva es el útero que engendró a los hijos de Eva que los cargo desde su vientre, Eva fue quién fertilizo los campos del Edén; aquella morada paradisíaca, fue fertilizada por la sangre que emergió desde su vientre, fertilizando los campos del Edén con su sangre menstrual.

Siguiendo con los arquetipos bíblicos, esta también María, la presunta virgen, madre de Jesus; que también tuvo que sangrar a través de su vagina y manchar sus pulcros vestidos de sangre, para ser fértil y engendrar a un niño, en el verdadero cáliz de su útero.

Y a pesar de esto, de ver a nuestros arquetipos femeninos sangrar desde lo más profundo de sus entrañas, como símbolo de fertilidad y feminidad; a pesar de esto una niña de diez, once, doce años; recibe su menarca con profunda tristeza y vergüenza.
Y esta niña, hija de su Madre Tierra, aprende a vivir rodeada de compresas y tampones, para esconder su flujo de la gente, de los hombres y mujeres, para esconder el símbolo de la vida de los demás, a pesar de que esto retenga su escencia de mujer.

Es como vive esta niña, ahora mujer, cuando se sienta solo a ver un basurero lleno de compresas con sangre, con el constante miedo de tener las ropas manchadas del flujo que realmente significa vida.
Esta mujer, camina por las calles, con miedo a que alguien note su letra escarlata, en vez de sentirse mujer fértil, hija predilecta de su Madre, la Madre de todos.

Cuando, como mujeres nos damos cuenta que sentimos cólicos y calambres en ese momento del mes y lo convertimos como indeseado, estamos rechazando nuestro nacimiento, a nuestra Madre original y biológica; estamos rechazando nuestra feminidad. Con el dolor llegan nuevas oportunidades, llegan nuevos ciclos.
El anuncio del cumplimiento de un ciclo, de un ciclo de una hechicera, cuyo numero mágico en 28.

Son 28 días para que sea ella, más de lo que no lo fue antes,para que su sensibilidad transpire mágicamente  a través de su cuerpo, para que se atreva a ser la mujer que es y libere a la manada de sentimientos que hay en ella, a veces atrapados muy en el fondo de su alma, que la esencia de su sangre puede sacar a flor de piel.

Es cierto, no es como lo muestran en los anuncios de televisión, no es un líquido azul que sale de tu vagina, es sangre,un color mucho más pasional, son para algunas días de dolor; dolor que según muchos investigadores sobre el tema podríamos prevenir con orgasmos, la masturbación en tiempos de período... La masturbación, el santo remedio. Remedios tan fáciles como volver a ser una con nuestro útero, el lugar donde empieza la vida, el santuario de paz.

Muchas mujeres desean llegar a la menopausia. Deberíamos ver la menopausia, como la culminación de un ciclo, así como nuestra hermana Luna, un ciclo donde no dejamos de ser mujeres; solo nos convertimos en mujeres diferentes, más sabias; donde el propósito de nuestro útero, este físicamente en nuestro cuerpo o no, cambia.
Digo físicamente, porque aunque no este ahí el órgano, la fuente de vida se queda, fuente de creatividad, de feminidad, fuente de paz y alegría de la vida.

Las hijas de la Madre Tierra, deberíamos ser capaces de disfrutar del olor y color de nuestra esencia, que no sea un tabú, si no la celebración de la culminación e inicio de un nuevo ciclo, no un objeto de verguenza si las ropas blancas se manchan de un hilo rojo; si no la marca de una celebración de vida. Es el símbolo de vida.
Esto es una oda, porque no es una maldición, es una oda de reconiliación, es una oda de promesa, una promesa de llegar a ser una sola con mi útero, de respetar mi cuerpo y celebrar sus cambios y estados cíclicos de vez en mes.

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