lunes, 24 de diciembre de 2012

Calle Bethlam


Entre las hojas caídas de los árboles volaba, junto con los vientos de diciembre, mi sotana como si se tratara de un objeto con vida propia.
Estreché el papel firmemente con mis manos haciéndolo un puño contra mi pecho, en el papel se leía una dirección escrita con una pluma negra y en letra cursiva: “Calle Bethlam, casa número 33” y unas indicaciones confusas de llamar a la puerta silenciosamente y preguntar por el señor Jacques, Andrew Jacques.
Tal vez los escalofríos que sentía al leer la rotulación de la calle eran producto de los vientos navideños o de las historias urbanas que inspiraban terror hacía la calle Bethlam, y es que siempre se había contado entre los ciudadanos aledaños toda clase de historias acerca de los habitantes de Bethlam y sus extraños acontecimientos, además se decía que Bethlam no era de fiar, nada de lo que pasaba era lo que parecía y su advertencia más poderosa, la que alejaba a los niños del lugar, rezaba que las personas cuerdas que entraban a Bethlam dejaban su cordura entre esos oscuros pasadillos, se contaban historias sobre turistas que ansiosos por comprobar las historias se internaban en este lugar y salían cambiados, diferentes, sin esencia o sufrían trágicos finales.
En mi mente recordaba todas esas advertencias y juegos de niños mientras con un pie me acercaba al inicio de Bethlam y con una mano apretaba fuertemente el papel con la dirección y el crucifijo en la otra. No entendía porque la diócesis me había enviado a este lugar, no entendía bien el motivo de mi llamado, pero al aceptar mi juramento acepte otros trabajos no tan agradables como este.
Finalmente, me adentré en este lugar; convenciéndome a mi mismo que todo eran supersticiones, simples historias para contar al aire libre y matar el tiempo, pero, aun así el vacío en el estomago seguía molestándome. Caminaba por la calle que me llevaría a la casa número 33, esperando no encontrar nada sorpresivo ni extraño en el camino y cuidando que mi cordura no se quedará atrás y siguiera dentro de la sotana.
 Mi paso era rápido y decidido entre la niebla, la oscuridad y el fuerte y frío viento de diciembre, a veces cerraba los ojos para evitar darle formas a las sombras que se dibujaban en las paredes, intentaba bloquear mi mente para evitar sentir los pasos que querían casi pisarme los talones y ahogar los recuerdos de las trágicas historias sobre Bethlam  con un Padrenuestro.
Caminé unos cuantos pasos antes de empezar a sentir como la decadencia de Bethlam se apoderaba de mí, de mis recuerdos, intentaba jugar con mi mente y también con mi cuerpo. Ahí, en lo alto de una casa, en frente de mis ojos; que se supone deben ser consagrados a cosas dignas de la bendición de Dios, pude ver como en el balcón de arriba una hermosa rubia; con pie de porcelana, desnuda se masturbaba frotando su clítoris, mientras que su bata traslúcida y su cabellera rubia eran soplados por el viento frío.
No pude continuar mi viaje, esto era algo insólito, sentía como desde debajo de mi sotana empezaba a crecer mi placer por verla desnuda buscando satisfacer sus necesidades públicamente, recordaba mis votos y mi misión en este lugar, recordaba que mis ojos habían sido consagrados para el  único propósito de ver cosas dignas de la bendición de Dios. La rubia se percato de mi mirada lujuriosa y manteniendo contacto visual directo conmigo siguió tocándose apasionadamente y esta vez me hablo desde sus hermosos labios rellenos:
-Padre, ¿Qué merece más la bendición de Dios, que la vagina de una mujer?- me dijo desde su balcón, con las piernas abiertas y en un tono sugestivo y delirante. Ante mi mirada atónita, siguió hablando siempre viendo directamente a mis ojos:
-Adóreme Padre, arrodíllese ante mi- me decía en un tono de voz siempre sugestivo, pero más en un tono de ruego o de plegaria.
Finalmente, al ver que yo no reaccionaba, pues estaba peleando con mis impulsos de la carne, sus plegarias y ruegos se empezaron a tornar desesperados y su mirada ya no estaba fija ante mis ojos, ahora estaba pérdida y sin vida…
-Adóreme Padre, arrodíllese ante mi- suplicaba a gritos.
En ese momento sentí legitimo miedo, el vacío en mi estómago crecía y crecía, sabía que era momento de seguir buscando la casa numero 33.
Pude notar algo en Bethlam, nunca  se sabía cuanto tiempo o cuanta distancia se había recorrido, solo sé que caminé hasta encontrar la otra casa que llamo enormemente mi atención. Era una casa enorme, demasiado grande en comparación con las demás y el material del que estaba hecho era de espejos. Las paredes, los techos e incluso los marcos de las ventanas eran de espejos.
Mientras contemplaba mi reflejo en los miles de espejos que formaban la casa, escuché unos fuertes suspiros de mujer venir desde adentro de la primera planta, mi curiosidad no me dejaba seguir caminando en búsqueda de mi destino, así que me asomé por una ventana y pude ver a una hermosa dama, de piel morena y ojos verdes peinar su cabellera negra frente a uno de los miles de espejos.; mientras observaba a la dama pude ver como mi reflejo cambiaba por el de ella y sus ojos verdes ya no inspiraban belleza ni decían nada de su alma, se veían más vacíos y de pronto, sin explicación alguna , los reflejos del exterior de la casa crecieron de estatura y su mirada se torno más malvada; cuando me disponía a seguir mi camino y poder salir de Bethlam rápidamente; escuché un estruendo  seguido por miles de pedacitos de cristal cayendo sobre la tierra. Cubrí mi cabeza y cerré los ojos  para protegerme de los espejos rotos, pero, cuando los abrí ya nada era como lo recordaba. Tal vez habían pasado años, pero ya no estaba en la casa de cristal.
Cuando abrí los ojos, estaba dentro de lo que parecía ser una casa; solo quería pedir ayuda, me sentía abandonado, tenía miedo y el rosario no era un arma poderosa en ese lugar, ninguna de mis plegarias funcionaba; parecía que mi dios me había abandonado o que Bethlam había abandonado a dios.
Levanté la mirada, para ver una casa dividida en dos. En el lado izquierdo podía ver un hombre sentado en una silla de madera, con una atmósfera casi impenetrable. Sus ojos estaban fijos contra la pared totalmente gris, sus manos colgando a ambos lados y en su rostro una sonrisa que no reflejaba nada, una sonrisa casi dibujada o programada.
Miré a la derecha y me encontré a un hombre exactamente igual al de la izquierda, vistiendo delicados y extravagantes ropajes, con plumas, colores y finas telas; a diferencia del izquierdo.
Se arrodilló en frente de mis ojos y pidió una bendición, mientras besaba el rosario, que aún sujetaba entre mis manos.
Lo bendije en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, una bendición inútil; si dios ya había abandonado a Bethlam o Bethlam a dios. Cuando terminé de otorgarle la bendición,le pedí que me llevará a a la casa 33; el hombre me miró fijamente y con una sonrisa burlona azotó fuertemente su ropa al alfombrado.
Lo primero que vi luego del rostro de aquel personaje, fue un número de casa…. 32, aún no había llegado a mi destino, pero este lugar me inspiraba tanta curiosidad como los demás. Adentro habitaba un hombre que se percibía furioso, la mitad de su casa era totalmente blanca y fría, la otra mitad era de un rojo sangre y caliente.
Intenté hablar con el hombre y pedirle que me llevara a la casa número 33, pero el hombre no podía parar de llorar, de reír… de llorar de nuevo.
Intentaba hablar con el hombre, pero el no podía parar de gritar, de llorar, de reir, de gritar, de llorar…
Finalmente, agotado por mi viaje, me senté en el límite que separaba la mitad caliente y la mitad fría y cerré los ojos, cuando los abrí pude observar un número 33 distinguido entre la niebla.
Extrañamente, la puerta permanecía cerrada, entonces seguí las instrucciones; llamé al señor Jacques, Andrew Jacques mientras tocaba la puerta con mis nudillos congelados, se sentía un tanto extraño llamar a mi propio nombre.
Finalmente la puerta se abrió revelando la casa, esta casa si se sentía como el hogar; no como el pequeño cuarto debajo de la iglesia.
Esta casa número 33 si se sentía como un hogar y por supuesto, sus vecinos eran mucho más interesantes.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Oda a la menstruación

Entre sus muslos, se siente el manantial caliente que baja desde el vientre, sangre roja, sangre luchadora.
Imitando así a los arquetipos femeninos, a la Madre Tierra, a la Luna.

Así como hijas de nuestra Madre, la Madre de todas y todos, nos engendra y fluyen de sus entrañas en forma de atardeceres y manantiales, no de agua pura, si no rojo sangre luchadora.

Y su compañera la Luna, su compañera la Luna nos entiende a las hijas de la tierra, ella es cíclica así como lo somos nosotras, se reinventa, renace, se muestra y se desnuda por épocas y en una determinada fecha se tiñe de rojo en forma de eclipse, tiñe de rojo el cielo nocturno, así como nuestra Madre tiñe de rojo los atardeceres desde su propio vientre.

La primera mujer que relata la biblia fue Eva, en sentido religioso Eva es el útero que engendró a los hijos de Eva que los cargo desde su vientre, Eva fue quién fertilizo los campos del Edén; aquella morada paradisíaca, fue fertilizada por la sangre que emergió desde su vientre, fertilizando los campos del Edén con su sangre menstrual.

Siguiendo con los arquetipos bíblicos, esta también María, la presunta virgen, madre de Jesus; que también tuvo que sangrar a través de su vagina y manchar sus pulcros vestidos de sangre, para ser fértil y engendrar a un niño, en el verdadero cáliz de su útero.

Y a pesar de esto, de ver a nuestros arquetipos femeninos sangrar desde lo más profundo de sus entrañas, como símbolo de fertilidad y feminidad; a pesar de esto una niña de diez, once, doce años; recibe su menarca con profunda tristeza y vergüenza.
Y esta niña, hija de su Madre Tierra, aprende a vivir rodeada de compresas y tampones, para esconder su flujo de la gente, de los hombres y mujeres, para esconder el símbolo de la vida de los demás, a pesar de que esto retenga su escencia de mujer.

Es como vive esta niña, ahora mujer, cuando se sienta solo a ver un basurero lleno de compresas con sangre, con el constante miedo de tener las ropas manchadas del flujo que realmente significa vida.
Esta mujer, camina por las calles, con miedo a que alguien note su letra escarlata, en vez de sentirse mujer fértil, hija predilecta de su Madre, la Madre de todos.

Cuando, como mujeres nos damos cuenta que sentimos cólicos y calambres en ese momento del mes y lo convertimos como indeseado, estamos rechazando nuestro nacimiento, a nuestra Madre original y biológica; estamos rechazando nuestra feminidad. Con el dolor llegan nuevas oportunidades, llegan nuevos ciclos.
El anuncio del cumplimiento de un ciclo, de un ciclo de una hechicera, cuyo numero mágico en 28.

Son 28 días para que sea ella, más de lo que no lo fue antes,para que su sensibilidad transpire mágicamente  a través de su cuerpo, para que se atreva a ser la mujer que es y libere a la manada de sentimientos que hay en ella, a veces atrapados muy en el fondo de su alma, que la esencia de su sangre puede sacar a flor de piel.

Es cierto, no es como lo muestran en los anuncios de televisión, no es un líquido azul que sale de tu vagina, es sangre,un color mucho más pasional, son para algunas días de dolor; dolor que según muchos investigadores sobre el tema podríamos prevenir con orgasmos, la masturbación en tiempos de período... La masturbación, el santo remedio. Remedios tan fáciles como volver a ser una con nuestro útero, el lugar donde empieza la vida, el santuario de paz.

Muchas mujeres desean llegar a la menopausia. Deberíamos ver la menopausia, como la culminación de un ciclo, así como nuestra hermana Luna, un ciclo donde no dejamos de ser mujeres; solo nos convertimos en mujeres diferentes, más sabias; donde el propósito de nuestro útero, este físicamente en nuestro cuerpo o no, cambia.
Digo físicamente, porque aunque no este ahí el órgano, la fuente de vida se queda, fuente de creatividad, de feminidad, fuente de paz y alegría de la vida.

Las hijas de la Madre Tierra, deberíamos ser capaces de disfrutar del olor y color de nuestra esencia, que no sea un tabú, si no la celebración de la culminación e inicio de un nuevo ciclo, no un objeto de verguenza si las ropas blancas se manchan de un hilo rojo; si no la marca de una celebración de vida. Es el símbolo de vida.
Esto es una oda, porque no es una maldición, es una oda de reconiliación, es una oda de promesa, una promesa de llegar a ser una sola con mi útero, de respetar mi cuerpo y celebrar sus cambios y estados cíclicos de vez en mes.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sinfonía delirante


Entré a su cuarto, solo para encontrarla en una posición totalmente aturdida, tratando de calmarse a sí misma, reconfortando sus sentidos y pensamientos. La vi desnuda enrollada entre su propio cuerpo, con los senos escondidos y la cabeza baja.

Entré por la puerta y sin estar completamente decidido, me senté a la par suya, dubitativo tomé su mano en una expresión de acompañamiento, realmente no sabía si podría acompañarla o si mi sola presencia la hacía   recordar lo que había pasado esta tarde. 



Juliette era una joven hermosa, tenía una figura envidiable, un par de ojos muy tímidos y verdes; un verde brillante e inocente, tez blanca; como la piel de una indefensa oveja y unos labios prominentes y rojos. Siempre caminaba con la cabeza baja, murmurando cosas para sí misma; tenía un comportamiento extraño hacía todos nosotros y sin embargo, era la tentación de cualquier hombre y unas cuántas mujeres. Teníamos un sueño, el sueño de arrancarle la enagua del colegio y arrodillarla en frente nuestro, verla vulnerable y tímida; verla temblando de miedo, ver sus lágrimas caer por esas blancas mejillas. 
Era una fantasía colectiva, yo podía leer la expresión de todos, era como si caminara dentro de una jungla llena de leones hambrientos, ella, la indefensa ovejita blanca. 


Desperté de mi sueño y Julliete dormía a dos cuartos del mío, vulnerable, en su estado de conciencia alterado no podría si quiera despertar a los demás, mis párpados se cerraban otra vez. 

Julliette era una joven hermosa, importada de la lejana Francia, sus padres habían venido hasta aquí, cuando ella era solo una bebe de brillantes ojos verdes, todos soñábamos con Julliette y yo podía ver las miradas en sus caras, todos soñábamos con ella. Nadie nunca se atrevía a decirlo, pero, yo lo sabía. Algunos le tenían compasión, por su historia, por la reciente muerte de su madre y todos los problemas que murmuraba cuando caminaba. 
Aveces pensábamos que no tenía que ser así, que los sueños se podían quedar en lo que eran, sueños y fantasías.  Pero, el deseo se volvía insoportable, las gotas de sudor bajaban por nuestros cuerpos y nuestras mentes nos lo imploraban, casi lo gritaban... La ovejita debía ser nuestra, la ovejita blanca. 


Tenía que ser el día de hoy, ya no había salida ni vuelta atrás, yo sabía que todos la deseábamos y no había otra forma para alimentarnos, nuestros instintos animales se despertaban con cada paso que daba, con cada palabra que susurraba, con cada vistazo escondido a sus nalgas debajo de la enagua y en especial, con una mirada de sus brillantes ojos verdes, que parecían implorar algo, parecían pedir piedad y la piedad; la piedad, eso sí que nos excitaba. 
Debíamos preparar todo para la ocasión, tal vez poner un poco de música, aunque suene cliché. Era la realización de mis sueños. ¿Como no emocionarme en sobremanera? 
Podría dejar de soñar. 
Se veía indefensa detrás de la cortina de cristal, sentada ahí, encendiendo un cigarro, mirando la televisión; quería que se tocará, quería verla tocarse retorciéndose del placer. 

¿Cuánto había pasado desde que me senté detrás de la cortina de cristal? Ahora la veía dormir, en su estado alterado de conciencia, nadie se daría cuenta y tal vez era la hora. 
Algunos susurraban que era muy pronto y otros que ya era demasiado tarde, pero, en el fondo yo sabía.. Todos la deseábamos. 

En unos minutos la tendríamos, si todo salía de acuerdo al plan, solo unos minutos. Algunos decían que no debíamos y yo lo sabía, créanme que lo sabía, no debía hacerlo y aún así, era imposible; yo quiero cumplir mi sueño y mi sueño, es decir, nuestro sueño es Julliete, son esos muslos, esos senos, ese vientre, esas nalgas y esos ojos implorando compasión, verdes. 
Caminaba por el pasillo y nosotros la observábamos, era la hora de atacar. 

Era la manada de leones, contra una sola mujer, una mujer hermosa de tez blanca. Primero, la llamé por su nombre; pero, solo corría más rápido. No podíamos fallar, así que abrí la puerta del baño y jale de su brazo con fuerza, empuje su cuerpo contra la puerta, la empujé y me excité, mi excitación subía hasta la coronilla de mi cabeza mientras la acorralábamos para comerla, algunos susurraban; pero ya sabíamos que este era el momento y no había marcha atrás.

Quería que implorara, quería que se humillara y me pidiera que la dejará ir y eso hacía ella; gritaba y lloraba, lloraba con esos ojos verdes tímidos y dulces.
Le arranqué la ropa, me sentía excitado, a toda la manada nos invadió la adrenalina y perdimos la razón.
De repente, la vi toda desnuda y mi cuerpo cantaba, mi cuerpo hacía música. La música de sus plegarias entraba por mis oídos, por las palmas de mis manos y por mis ojos.

Deseábamos penetrarla, pero, ya no había nadie ahí. Ella gritaba y de pronto, ya no había nadie ahí,


Estaba en una posición totalmente aturdida, tratando de reconfortarse y yo no sabía si estrechar su mano o quedarme en silencio. Nosotros ya no sabíamos si queríamos, parpadeaba de nuevo.

La miré a sus ojos verdes y el bulto del vientre, hasta que se desvaneció frente a mis ojos, nuestros ojos... mis ojos.


Entré a su cuarto, solo para encontrarme la imagen de su cama vacía; a través de la cortina de cristal.













domingo, 11 de noviembre de 2012

Carta para vos

Los lugares que he visto
Todas las cosas que he sentido
Las palabras que han penetrado mi alma
Ser una partícula más del mundo que vivimos

¿Y que más da si he cambiado?
He decidido abandonar todo lo que me enseñaron
Abandonar la imposición
seguir la ruta que mi alma me dicta

¿No eras vos la que siempre me decía que fuera genuina?
Las tantas lecciones de no irme en el pensamiento colectivo
¿No eras vos la que me limpiaba las lágrimas cuando me molestaban por ser diferente?

Las cosas han cambiado cuando empiezo a ser diferente a vos
No soy tu espejo, no soy tu sombra
no soy la luz encima de la mesa que siempre soñaste
no soy la luz, no soy la replica genuina

Las cosas han cambiado y ya no hay nada que puedas hacer
No existe otra alternativa
no hay pedazos de alma que puedas arreglar
ni hay lobotomias para cambiar ideologías.

¿No eras vos la que me hablabas del amor incondicional?
Las cosas cambian
y ya no puedo amar incondicional
porque en tu mente el amar incondicionalmente no existe
todo era un cuento prefabricado.

¿Cómo quieres que no odie al dios que nos creo?
Ese dios del que todos hablan, que se cree divino y benevolente
que se las jacta de ser muy amoroso y complaciente
ese dios de amor incondicional

Ese dios que no es más que una fantasía colectiva
Y que si fuera real, preferiría no amarlo
Ese dios que se jacta de ser divino y benevolente
Y en realidad es pretencioso y sádico
Ese dios que era amoroso y complaciente
ese dios que juzga, que castiga
Ese dios de amor incondicional
que castiga mi amor por ser diferente al de los demás.

¿Cómo quieres que no odie a ese dios?
Es gracias a ese dios que ahora odias mi verdadera piel
La piel que es de verdad humana
La piel que habito, que es más que una simple cubierta
mi piel, es lo que soy.

Y si no te gustó que desnudara mi alma
Y si preferías que fuera prisionera de la moral y la religión
y si preferías que fuera una subordinada más
Una pequeña pieza de esa máquina
tal vez hubiera sido mejor que no me hubieras hablado sobre amor incondicional
sobre ser feliz siendo quién soy
Tal vez, para sentirte mejor
me hubieras educado con el arma social de la hipocresía.

No soy un engranaje más de esta máquina
No soy una prisionera más de la religión y de la moral
Amo incondicionalmente
Es lo que soy, esta es mi alma y esta es la piel que habito.
Nada puede cambiarlo y nada va a cambiarlo
No lo van a cambiarlo las amenazas de infierno
Ni las oraciones a mi nombre
Nada va a cambiar la persona que soy
El alma que poco a poco fabrique.

martes, 6 de noviembre de 2012

Fernanda y la morena con olor a nuez moscada (NSFW)

Del cuello de Fernanda colgaba un crucifijo de madera, que se perdía entre sus dos abultados senos, que trataban de escapar de la abotonada blusa de colegio. 
El crucifijo se movía, mientras Fernanda se inclinaba tratando de leer y releer el mismo pasaje bíblico de su tarea una y otra vez. Era imposible, sus manos le sudaban, el roce de las medias con sus muslos hacía que su respiración se volviera rápida y pesada. No podía concentrarse en la biblia; ni cuando empezó a hacer sus plegarias. 
Fernanda decidió cerrar la biblia de un golpe, no podía concentrarse en ese pasaje bíblico. Dentro de su cabeza solo escuchaba el eco de la propuesta de esta mañana. 

Mientras se desabotonaba la blusa de manga larga escuchaba la voz de su amiga cerca de su oído, susurrándole, mientras dejaba salir los dos pechos aprisionados en esa camisa de colegio recordaba las palabras que le causaban esta confusión. 
Luego se quitó la enagua del colegio, que por regla de las monjas debía estar cuatro centímetros bajo la rodilla y la ropa interior y de último el crucifijo, que metió en la última gaveta del mueble, junto con la gran y pesada biblia y se acostó boca arriba. 

"Fer, esta noche te buscaré en tu habitación. Vas a pasar la mejor noche dese que has estado en esta prisión". Las palabras no se iban a ir, y ante el recuerdo del aliento cerca de su nuca, su delicioso olor penetrante y el cabello rozándole el cuello; no podía evitar que sus pezones se endurecieran y sintiera el cosquilleo en su vientre, que ya había sentido cuando veía las nalgas de la morena moverse por los pasillos. 

Una de sus manos bajo hasta la parte baja de su vientre y con las yemas de sus dedos empezó a sentir los latidos y a bajar por todo su cuerpo. Empezó a sentir sus vellos púbicos, cuando un golpeteo en la puerta de su habitación la hizo salir del excitante trance. 
Fernanda rápidamente se envolvió en una bata corta y se acerco a la puerta; su corazón latía rápidamente y sentía un vacío en su vientre. Podía percibir a la morena del otro lado de la puerta y sin despertar a las estudiantes de los cuartos contiguos abrió la puerta. 

Cuando abrió la puerta, contempló el rostro de la morena. 
Sereno, adornado con una sonrisita pícara y esos ojos, esos ojos penetrantes , color canela; reflejaban deseo y lujuria. Su cuerpo, su postura... reflejaban deseo, ella deseaba a Fernanda en toda su gloria y resplandor, la deseaba encima de su cuerpo sublime color caramelo. 
Se paraba ahí, en frente de los ojos verdes y sorprendidos de Fernanda, se paraba ahí sin nervios y confiadam con una bata traslúcida que dejaba ver sus pechos medianos. Fernanda siempre soñó tener esos pechos medianos en su boca y en sus labios. 
La había observado detenidamente, antes que su cara estuviera a centímetros de la de Fernanda. La morena olía a nuez moscada y su cabello cuando se inclinaba al frente de su cara, rozaba sus pezones; haciendo a sus piernas humedecerse. 
La morena la tomo del brazo y le planto un beso, sí un beso pecaminoso y placentero; un beso entre mujeres, con toda la intención del mundo de causarle placer en todas las fibras de su cuerpo. 

Fernanda la deseaba, deseaba ese cuerpo color caramelo encima suyo, tomo la mano de su compañera y la dirigió a su cama; su sorpresa fue, la reacción de su hermosa compañera al negarse y dirigirla hacía la capilla. 
Esta era una violación a las reglas, un pasaje a una expulsión segura, una ofensa ante los ojos de Dios; pero, ya no había nada más que hacer, el deseo estaba ahí; palpitante y progresivo. 

Llegaron a la capilla, ahí en frente del altar, la morena acostaba a Fernanda arrebatandole su bata, sus valores, su moral y su pudor; al frente de su mismo Dios. 
Su escultural cuerpo, su cuerpo de santa se mecía encima de ella, sincronizado con el cosquilleo de su clitoris. 

Mientras, detrás de las puertas de la iglesia, se escondía Sor Mariana; con el hábito levantado y la mano bendecida por Dios haciendo movimientos circulares en su clitoris, sor Mariana con la respiración entrecortada y las dos niñas exclamando plegarías al unísono, apasionadamente en la banca de una iglesia. 


sábado, 3 de noviembre de 2012

Hay algo en ella

Dicen que la primera impresión es muy importante, pues, a mi me gustaron sus ojos
sus ojos dulces y profundos, en especial risueños
su cabello ondulado y largo
su hermosa piel decorada de pecas.

Una fotografía no habla lo suficiente de lo hermosa que es, ni porque se mire dos veces
pronunció su nombre todos los días en mi cabeza
y ya voy escuchando lo que me trasmite su sonrisa. 

Desearía que hubieran cientos de canciones con su nombre
Ya se que cantaban Los Beatles cuando decían "que había algo en ella"
Hay algo en ella, algo que no tiene nadie
Algo irrepetible, algo sagrado, algo extra corpóreo....

Y yo solo espero que llegue ese día, en que pueda sentir esa mirada
sentir esa sonrisa que me canta, me transmite 
Solo espero ese día de la semana en que pueda sentarme ahí frente a ella
Y escuchar, admirar sus palabras..

Definitivamente "hay algo en ella"
Y tal vez no sea algo, seguro es todo 
seguro son todas sus sagradas palabras
su sagrada figura
que me hablan antes de dormir 

Si... hay algo en ella, algo indudable. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Existencialismos y melancolías

Recuerdos sin sentido que flotan en el aire de la habitación 
mientras se consume un cigarrillo entre los dedos
el humo de la nicotina se lleva los recuerdos,
cada uno a dar vueltas alrededor de la habitación.

Quiero pensar que es el humo, el que me causa llorar
Una lágrima en la mejilla
¿Donde estás?
Luego le subo el volumen a las tonalidades melancólicas
y miles de escenarios cruzan mi mente. 

¿Alguna vez te encontraré?
Resuenan los ecos de mis palabras, dentro de mis entrañas.
Inútil existencia, me susurran las gotas de lluvia cuando caen en mi ventana. 
Inútil existencia la que nos toca vivir.

Para soñar con besos y notas felices 
en un día caluroso y soleado 
para soñarte a lo lejos 
y después darme cuenta que ya he despertado.

Nacer para esperar un día mejor, 
nacer para creer en las ilusiones de una mente irracional. 

Parece que el silencio susurrará que nunca va a pasar
para nadie es suficiente
"para nadie eres suficiente" - resuena el grito del cuervo burlón de afuera

El cenicero va grabando mis desesperadas ideas
las lágrimas sellan las palabras
otra vida consumida, entre penas del amor
otra noche consumida, con dudas de la existencia 

Sin darme cuenta me limpió una lágrima que traza mi mejilla 
y sin darme cuenta me marcho al territorio del sueño 
donde nada es real y nada es absoluto,
donde puedo besar cualquier par de labios
y cantar cualquier par de notas 
y vivir cualquier vida
y dejar correr mi fantasía 
y vivir en mi inconsciente

"Qué ya calle el  cuervo y ya no susurren más las gotas de lluvia"
le gritó con ansiedad al silencio 
Se han burlado de mi toda la noche 
y ahora vivo en el territorio del sueño
ya nada es real 
callen mis queridos pensamientos, es hora de soñar. 










miércoles, 17 de octubre de 2012

Mónica

Originalmente la dedicatoria decía: Para una nueva amiga, cuyo arte me provoca gran admiración e inspiración; igualmente intercambiar ideas y palabras. Hace mucho no conocía a una persona tan interesante e inspiradora y digna de tanta admiración.
Ahora se la dedico a mi novia, más que mi novia a mi musa y fuente de inspiración.

I
Mónica

Mónica, mujer con alma de artista
los ojos soñadores y la piel adornada de pecas, como al cielo lo adornan las estrellas.

En mi cabeza, su cabello fluye en el cielo, entre las nubes y dirigido por el viento.
Sus trazos recorren los lienzos de la vida, pintando por doquier con su alma innata de artista.

Solía admirar su belleza, sus hermosos rasgos, su sonrisa y su penetrante mirada.
Me animé a cruzar con ella unas palabras, para descubrir que sus pensamientos fluían libremente en su mente.
Que nuestras ideas eran compatibles y podían danzar en sincronía al son de una melodía de guitarra.

Danzar, como sus pies que danzan perfectamente con una melodía de jazz, tango o un ballet
¿Me enseñarías alguna vez a bailar?

Ella dice, que mis versos son una fuente de inspiración para su arte
Este arte es todo tuyo, mi querida nueva amiga
Has sido solo tu, la que me has inspirado esta bella noche, adornada por estrellas, como tu piel se adorna con pecas.

II

Hay algo en ella

Dicen que la primera impresión es muy importante, pues, a mi me gustaron sus ojos
sus ojos dulces y profundos, en especial risueños
su cabello ondulado y largo
su hermosa piel decorada de pecas.

Una fotografía no habla lo suficiente de lo hermosa que es, ni porque se mire dos veces
pronunció su nombre todos los días en mi cabeza
y ya voy escuchando lo que me trasmite su sonrisa. 

Desearía que hubieran cientos de canciones con su nombre
Ya se que cantaban Los Beatles cuando decían "que había algo en ella"
Hay algo en ella, algo que no tiene nadie
Algo irrepetible, algo sagrado, algo extra corpóreo....

Y yo solo espero que llegue ese día, en que pueda sentir esa mirada
sentir esa sonrisa que me canta, me transmite 
Solo espero ese día de la semana en que pueda sentarme ahí frente a ella
Y escuchar, admirar sus palabras..

Definitivamente "hay algo en ella"
Y tal vez no sea algo, seguro es todo 
seguro son todas sus sagradas palabras
su sagrada figura
que me hablan antes de dormir 

Si... hay algo en ella, algo indudable. 

III

El eco de su nombre

El eco de su nombre resonaba en mi alma,
Una melodía, una canción…
Recuerdo el día que sus ojos me atraían, antes de tenerla en mis brazos no podía dejar de mirarla
Era su cabello, era su rostro
Era el llamado de su alma, la conexión con la mía.

Y algo me dice que te conozco de algún lado, de otra vida
Algo en ti me llama, una fuerza natural pero sobre humana
Podría jurar que tengo recuerdos más allá de lo que hemos vivido

La primera conversación
El primer roce de piel
La primera vez que te bese y el temblor en las piernas

En el poco tiempo, las batallas que me has ayudado a ganar
El aliento que me has ayudado a recuperar
Las palabras que me has ayudado a decir
El aliento que me has dado para seguir

Y así recuerdo los primeros versos que te escribí, sonriendo de felicidad
Mónica, mujer con alma de artista
los ojos soñadores y la piel adornada de pecas, como al cielo lo adornan las estrellas.”
Fuiste mi dulce musa desde ese primer verso y lo eres todavía
Y porbablemente fue tu escencia que me visito desde antes, cuando escribía sobre sensuales mujeres artistas
Princesa de mi mente, te mereces no solo un poema si no toda una sinfonía en tu honor
Te estaré esperando todas las noches en tus sueños
La musa de mi mente
La dueña de mis pensamientos
Mujer de alma de artista y ojos soñadores…

IV 
Princesa de labios rojos 

No puedo dejar de agregar versos a la sinfonía 
Cada vez que cierro los ojos veo a mi musa 
Cada uno de mis sentidos existen ahora para glorificarla
Princesa de labios rojos, de pecas en su cuerpo 
con la virtud de embellecerse cada día, progresivamente. 

Ahora puedo ver sus pies danzar a la luz de un escenario, a la luz del sol o la tenúe luz de una recamara. 
Siempre con sus movimientos tan perfectos, tan celestiales, tan espirituales.

Es una oda interminable 
porque cada vez que me pierdo en su mirada
miles de versos poseen mi cabeza 
Es una oda interminable, porque mi amor no tiene fin. 
Es la oda interminable, porque la princesa de labios rojos
se merece todos los versos que salgan de esta mente 
todos los besos que salgan de estos labios 
todas las caricias que salgan de estas manos 
y todo el amor que emane de este cuerpo 
este cuerpo de poetisa poseída por el amor, 
el amor de una princesa de labios rojos. 

sábado, 13 de octubre de 2012

Planeta Infierno

Miraba hacia la ventana, con una mezcla de terror y espanto, hoy era el día en que podía contemplar el fin con mis propios ojos.
El fin del que todos habían estado hablando desde el principio y si hemos de ser lógicos bajo estas catastróficas circunstancias, era de esperarse que algo que había tenido un principio llegará a su fin.

La esperanza se había ido, y todo fue tan rápido, y ahora todo es tinieblas. Los pocos niños de brazos que quedan, sería mejor que no hubieran nacido nunca, bajo este infierno terrenal, mirando por la ventana me convencí a mi misma de que no había nadie que pudiera hacerse llamar "Salvador"; nadie había muerto nunca por la raza humana, si fuera mi salvador me hubiera llevado antes de contemplar tanta desolación con mis mortales ojos.

Podía recordar los días en que todavía el sol no tenía vergüenza de iluminar nuestros rostros, ahora simplemente se había vuelto para el otro lado y había dejado a la oscuridad predominar para siempre. Era una cruel broma, si verdaderamente existía alguien que escuchara nuestras plegarias había de ser un gran sádico, totalmente excitado ante nuestras plegarias y humillaciones.

Podría haber sido que no le hubiéramos pedido con suficiente fe, que no le habíamos lamido los pies con suficiente devoción que había enviado a sus ángeles más perversos y enfermos ha desatar tal peste sobre nosotros.

Por momentos prefería cerrar los ojos y tapar los oídos para desconectarme de mi triste realidad, y yo estaba ahí contemplando el suicidio desde el primer momento en que había vivido en carne viva el mismo infierno y aún así había un rayo de esperanza que me decía que esto iba a terminar, que todo principio tenía un final.
La historia, prefiero grabarla en un pedazo de papel, que se pueda consumir junto con los restos de las pobres almas que habitaron este poblado infierno.
No tengo memoria hace cuánto empezó nuestro sufrimiento, pero, recuerdo que empezó como vagas notas del periódico sobre medicamentos descontinuados debido a que los cuerpos habían desarrollado una especie de inmunidad a ellos, notas cada vez más frecuentes, científicos cada vez más alarmados y por último medidas cautelares cada vez más extremas.

Cuando las personas empezaron a morir a montones por gripes o pequeñas infecciones, cuando se tuvieron que quemar los cadáveres por pilas y se hablaba de una nueva peste, una peste moderna. Nadie podía imaginar tal tipo de pandemia y es que no era una pandemia; nuestros propios cuerpos se estaban matando a sí mismos.
El fenómeno se había explicado como un tipo de inmunidad hacía las defensas. El propio cuerpo había desarrollado inmunidad hacía los propios antibióticos y medicamentos; las defensas producidas por el cuerpo habían quedado "obsoletas" por decirlo de algún modo, ante las enfermedades, virus e infecciones que se hallaban totalmente fortalecidas y todos estábamos en riesgo.
Pronto, todos empezaron a morir y enfermar, una simple gripe podía ser mortal en cuestión de 24 horas y ya no había nadie que nos salvara, los científicos habían dejado de hacer experimentación o muerto en el intento.
Las teorías de conspiración no tardaban en llegar, que había sido un arma biológica del gobierno de Estados Unidos, hasta que llegaban las muertes masivas a la Casa Blanca y en cada rincón del mundo.

Y luego vino el colmo de la humillación, los trajes blancos y esterilizados que debíamos usar las personas "sanas" para protegernos contra cualquier tipo de amenaza. Y luego vino el caos ,a frialdad y la falta de humanidad.
Pronto quemar cadáveres por pilas gigantes se hizo rutina, atentar contra la vida de un enfermo una necesidad y convertirnos en salvajes; un verdadero placer.

Ahora podía observar fuera de la ventana de mi improvisado refugio, la oscuridad y la penumbra, las filas de cadaveres, el llanto de madres desconsoladas por sus hijos enfermos, personas aferrándose a una esperanza, que más que esperanza era una ilusión. Todos con grandes trajes blancos esterilizados, como números, como sirvientes ante una causa perdida, como ovejas caminando hacía nuestros mataderos.

Y yo solo me dispondré a recostarme aquí y recordar los días en que podía sentir el tacto de otras personas, respirar el aroma que traía el aire, contemplar las flores y sentir el sol que no se sentía avergonzado de nosotros. Si tan solo antes de mi muerte, pudiera sentir unos labios rozar los míos, unos dedos recorrer mi espalda desnuda o un simple susurro de "todo va a estar bien". ¿Acaso merecía yo morir sin esperanza?

Pero, esos días ya habían pasado y sabía que el único futuro era esperar mi propia muerte, porque me sentía enferma desde adentro, tal vez era la falta de contacto, la desesperanza, el asco que sentía por lo que nos habíamos convertido o verdaderamente estaba muriendo de la peste moderna...
De todos modos me quité el traje y me acosté desnuda, cerrando los ojos pensé en hacer una última plegaria y luego recordé que mi padre me había abandonado, en realidad nunca tuve un padre y esperé a que mi corazón dejará de latir y me convirtiera en simples cenizas que adornaban este Planeta Infierno.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

La placentera fragancia del cuero

Las ataduras de cuero apretaban mis muñecas de una forma  seductora y tentativa, subiendo mis brazos por encima de mi cabeza, sin que mi conciencia pudiera o quisiera liberarse de esa placentera tortura. En mi cara, mi ama había colocado un vendaje negro y yo cerraba los ojos, con obediencia, con sumisión a sus torturas, con adicción, totalmente ansiosa por el momento en que la punta de sus dedos rozara mis pezones totalmente erectos.

Mi cabeza descansaba con el vendaje en los ojos, pero, yo no hacía más que preguntarme:
-¿Dónde esta ella? ¿Cuán lejos se encuentra de mis ansiosos senos? 
Quería mover mis manos, pero las ataduras no me lo permitían y el dolor de mis intentos hacían a mis piernas humedecerse cada vez más.

No se cuánto tiempo paso, hasta que empecé a percibir ese dulce y placentero olor, esa fragancia a sexo mezclado con cuero, esa esencia que me hizo retorcer de deseo, mi cuerpo la deseaba, mi cuerpo deseaba cada parte de ella; su fragancia, su cuerpo y sus instrumentos de cuero. 

Escuchaba el ruido de sus tacones altos bajar las escaleras lentamente, causando espasmos a mi  desesperado cuerpo, cada vez más tentado y  liderado por los instintos. La razón y el sentido del tiempo ya se habían ido mezclados con la omnipresente fragancia; que no solo llenaba mi nariz, si no también mi alma, mis pechos y mi clítoris erecto.

La sentía rondándome, cuál depredador espera y observa para cazar a su presa; en este caso totalmente amarrada e indefensa y con una significativa diferencia; su presa deseaba ser comida; más que ser comida, devorada por una leona que no hubiera comido en semanas. 

A estas alturas, los espasmos eran incontrolables y ella lo sabía y lo disfrutaba; en un momento sentí como e se sentaba justo entre mis piernas; dejando que su aliento, calentara mi cuerpo con pulsaciones incontrolables; sentía que la respiración se me cortaba, solo su fragancia me quemaba la garganta, no estaba segura de cuánto tiempo más podría aguantar y respirar. 

Escuché cuando sus tacones se levantaron y podía percibir sus violentos movimientos, estaba claro que la bestia ya tenía hambre y deseaba ser alimentada, la sentía cada vez más cerca , hasta que me rozo el vientre y luego bajando hasta mi pelvis. Podía imaginar su sonrisa burlona, viéndome humedecer incontrolablemente. 

Percibí sus propios espasmos, imaginando sus ojos llenos de lujuria confirmar que el momento tan ansiado había llegado, mis propias piernas lo confirmaron , el momento de los golpes; primero débiles y tentadores convirtiéndose en un látigo que llenaba cada parte de mi cuerpo de exquisitas marcas rojas. 
Cada latigazo desprendía el olor embriagante a cuero y me desesperaba, lo ansiaba, lo deseaba en cada parte; el dolor deseaba penetrar mi piel y mi piel ser penetrada. 

Estaba escuchando su respiración, ella me deseaba tanto como yo a ella, el látigo cayo al suelo y sus labios rozaron los míos, me imaginé sus labios rojo carmesí, pasaba sus dedos por mis labios, los jalaba, los penetraba con las puntas de sus afiladas uñas, su lengua pasaba por la comisura de mis labios; mientras su cabello revoloteaba cercano a mis pezones erectos; me permitió lamer y morder las puntas de sus dedos para luego jugar con mis mejillas; calientes de la excitación. 

La depredadora hizo su ultimo movimiento, colocando su rodilla desnuda entre mis piernas; me obligo a murmurar unas cuantas suplicas mientras me desamarraba las muñecas marcadas. Me empujo al suelo y las velas se apagaron.

Con el omnipresente y placentero aroma a cuero como único testigo, había empezado el verdadero festín. 








sábado, 15 de septiembre de 2012

Drowning butterflies

She used to love chasing after butterflies,
with their colored wings
dancing on the air
One sunny day, she just opened her mouth and swallowed some butterflies
And she did it again, she swallowed a bunch
They were dancing in her stomach
First they felt warm
But then they made her want to throw up
But she couldn't
They were stuck in her throat

Maybe she could try with a knife
try to go in, and take them out.

Maybe she can use a long stick
to pull them out
to scare them out.

But the truth is, the best way is to drown them
one by one
drinking some arsenic
but they are strong
they keep arrousing
every day
every night

Waiting for their moment to die
She just wants them out
puking arsenic mixed with dead butterflies
crying every day, evry night
waiting for them to die.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Del amor a la morgue.

La luz intermitente venía del poste eléctrico, que se levantaba alumbrando parcialmente la ruta del amor. La ruta del amor, era más que una calle con nombre cliché, de hecho su nombre venía de la cantidad de parejas que expresaban su amor libremente en la ruta , bailando al compás de una música interior, besándose en armonía, bajo la luz intermitente, esta ruta era testigo de los poemas más románticos y de las intimidades más arriesgadas.

Todas las madrugadas era costumbre, ver a alguna pareja pasar por la ruta del amor, pero esta pareja era diferente. Sus manos se juntaban más apretadas de la cuenta, la mirada en sus ojos, las sombras no tenían sentido alguno. Empezaron a bailar, pero sin intimidad, sin mirada de complicidad, sin ritmo, sin son ni canción. 
Los movimientos bruscos, la agresividad, manchaban por primera vez la calle del amor, las manos de ella se deslizaban por el cuerpo de el buscando una oportunidad, mientras que sus movimientos agresivos perdían el ritmo de baile. 
La luz del poste reveló un secreto en las manos de ella, un revolver apuntaba a la sien de su pareja de baile, un revolver que brillaba en la ruta del amor, que en ese momento  perdía su significado. 

La mujer en tacones rojos y corto vestido negro, alumbrada por la luz intermitente y con su compañero, aun en posición de baile, petrificado frente a una mujer decidida a halar el gatillo. 
Casi como ensayado, la mujer lo hizo, en la sien de su pareja, su pareja vulnerable con cara de sabe-lo-todo.
De su revolver salió la bala, cargada de malas intenciones, de burlas, con la intención de herir mortalmente y luego de esto la mujer corría con sus tacones, mientras la cabeza de su pareja derramaba sangre por toda la Ruta del amor, manchando todo con discordia, con celos, engaños y mentiras. 


En la mañana yacía el cuerpo de aquel hombre, en una fría mesa de Morgue, sin los cálidos  labios de su compañera de baile, con una cicatriz verdadera que lo cortaba en dos, un cráneo destrozado y en su dedo pulgar guindando una etiqueta que decía su nombre y más que su nombre, su verdadera identidad, su verdadero pecado y traición. 
El forense limpia de sus manos la sangre derramada durante la autopsia, la sangre que una vez era su líquido vital ahora corría por el desagüe formando un río por el que se iban las lágrimas ya derramadas y las mañanas que ya nunca iba a presenciar,  los sueños interrumpidos y las ilusiones rotas. 

En la morgue todo era frío, los bisturís descansaban a la par de cuerpos inertes y en el centro de dos cuerpos desnudos y mutilados, el cuerpo del amante recibía una visita inesperada. 

La de tacones rojos, entraba con la cabeza baja derramando lágrimas que le bañaban la cara, y cubierta por un velo negro, semejante a la de una viuda agonizante. 
A la par del cuerpo de su víctima, derramaba lágrimas de mentiras, lágrimas ensayadas que caían en su escote. 
Mientras el forense daba golpes, con intención de animarla, en su espalda; la mujer gritaba...

Pidió unos segundos a solas con el cuerpo, le guiño un ojo, sabía que había ganado el juego, el cuerpo ya estaba mutilado, así que se marcho sin levantar sospechas. 

El Forense archivo el cuerpo, en una oscura bóveda, tan oscura como la ruta del amor con su poste eléctrico intermitente; escribió algunos números en el archivo y cerró la bóveda. 

Y la Ruta del Amor se tiño de rojo y ya no habían enamorados que pasarán por ahí, la ruta del amor estaba maldita y solo el par de tacones rojos se atrevía a dar un paso alumbrada por la luz intermitente. 


martes, 4 de septiembre de 2012

¿Por qué lloras?

¿Por qué llora? Esta pregunta la escucho casi diariamente. ¿Por qué llora? Como si pudiera explicarles el porqué de mi llanto, como si pudiera explicar en unos cuantos minutos prestados, porque cada vez que me emociono, los sentimientos me salen por los lagrimales.
Creo en el llanto como una forma primitiva de supervivencia, como la primera reacción que tiene el ser humano ante un entorno desconocido, cuando se le es arrancado de la seguridad del vientre de su madre, hacía el frío de un mundo desconocido.
Creo en el llanto, ya cuando él bebe está más desarrollado,  como una forma condicionada de supervivencia, de satisfacer sus necesidades más básicas.
A medida que crecemos, el llanto se va haciendo una respuesta, una respuesta a un estímulo. Lloramos cuando nos emocionamos con una película, con una canción, lloramos cuando perdemos algo, lloramos cuando perdemos a alguien, lloramos por mal de amores, lloramos por tristeza, por ausencia de felicidad, por soledad…
Llorar por tantos motivos, llorar por desprecio, llorar por soledad, por enojo, por decepción, por felicidad, por desesperación, llorar porque esa es la salida que conocemos algunos para desahogar las desgracias de la vida. 
Sentarse al frente de una ventana y llorar con todas las fuerzas de nuestra alma, llorar abrazados con una persona amada o totalmente solos. 

Llorar al frente de un ataúd abierto, en la oscuridad de un cuarto vacío, en un rincón, encima de la almohada, llorar en la calle, camuflando las lágrimas entre las gotas de lluvia que caen a las cuatro de la tarde y llorar caminando en una mañana soleada. 

Como en mi caso personal, llorar porque sentí ganas.
-¿Por qué lloras?
Porque sentí ganas de sacar mis sentimientos por los ojos, darles un recorrido por mi rostro y que mueran en las comisuras de mis labios.
-¿Por qué lloró?
Porque en mí teoría, nací en un océano de lágrimas, que me han acompañado toda mi vida, como reacción natural a las emociones fuertes, porque no puedo esconder en los momentos que sufro.
Lloro, porque es la manera que conozco para expulsar mis penas de mi cuerpo, porque la vida me enseño así, a llorar cuando siento ganas, lloro cuando me siento triste, porque no siento natural sonreír cuando estoy triste, aún lloro como forma primitiva de supervivencia, para sobrevivir a mis propios demonios.
En mi vida, el llanto es más que una reacción biológica, es la forma en que mi cuerpo me recuerda que estoy viva, me hace sentir.
Uso mi llanto para sobrevivir, para después de haber expulsado las penas de mis ojos, susurrarme a mí misma que todo va a estar bien, que aún existo, que aún me emociono y sobre todo que aún respiro. 

lunes, 20 de agosto de 2012

El vacío de tu ausencia

Caminé hacía el borde del abismo, con paso corto y tambaleante...
Tal vez ambos sabíamos que al llegar al risco, no iba a haber vuelta atrás
pero, volvía a caminar, negando la existencia del abismo y su profundidad.

Al llegar ese día, bajando la mirada, observé la profundidad de la caída, la oscuridad que me rodeaba
y cuando volví la mirada, ya te habías ido
y cuando decidí ver al cielo, ya no había sol, solo nubes grises
y cuando vi el terreno que estaba pisando, ya no era siquiera tierra mojada
era lodo, estaba sucio, ya nada era igual.

Observé mis dedos moviéndose e inclinándome al vacío
Llame tu nombre, y ni siquiera el eco me contesto
Clamé que volvieras, y el propio viento se enfureció, haciéndome tambalear a la orilla del abismo.

Las lágrimas caían desde mis ojos, hasta las comisuras de mis labios, que gritaban tu nombre
Trataba de aferrarme a ese pedazo de tierra, pero ya no había razones para hacerlo
Ya no sentía su suave y cálida mano sobre la mía.

Intente no caer, pero, todo era en vano, ya no habían razones para luchar
decidí brincar con el aire.
Caer en caída libre, sin nada que temer, es semejante al vacío que siento por tu ausencia
La ausencia de miedo al peligro, por no poder desear un minuto más de vida
en el silencioso camino al abismo.

No supe si caí o no, o que paso en el camino
lo cierto es que el eco de mi llamado desesperado en tu nombre resuena en mis oidos
solo un minuto más, antes de caer a tierra
un último beso, una última caricia.

No entiendo cuando empecé a caminar hacía el abismo, cuando me desvíe de ese camino
donde el sol salía y yo era feliz.
Ahora solo siento el vacío de tu ausencia
que me desgarra el alma.



viernes, 10 de agosto de 2012

Pedacitos

Estoy quebrada en mil pedacitos por dentro, no sé si pueda restituirlo algún día, si haya lgo tan fuerte como para pegar todo en el mismo orden en el que estaba. 

Aveces, el alma se cae, se quiebra un pedacito en dos pedacitos más, se van haciendo fisuras y fisuritas lentamente. 
Tal vez todo fue producto de las caídas en la vida, de las risas que vibraron en el alma hasta fisurarlo todo, de las críticas malintencionadas o del ser diferente.

Cuando se quiebra un florero, se compra otro, lastimosamente no se puede comprar una nueva personalidad, una nueva alma o un nuevo temperamento. Estas cosas son indiscutiblemente irreemplazables, y así es como me encuentro quebrada a poquitos y lo peor de todo, es que creo que ni siquiera nací entera. 

A veces, puedo hacer cosas maravillosas con los pedacitos de alma, como dibujar una sonrisa en el rostro de alguien, a veces los pedacitos se deslizan por mis mejillas en rápidos ríos de agua salada.

Otras veces, solo intento pegarlas sin éxito, por que tan solo una brisa tormentosa las vuelve a dejar caer. Pero, es como así con un alma a pedacitos, con un espíritu quebrantado, por las situaciones de la vida, por el calvario que solo uno mismo sabe que porta, pero con la frente en alto trato de caminar por el largo trecho de la vida. sí quebradita en mil pedazos, sosteniendolos de forma tan delicada, que en momentos se caen otra vez y hay que recogerlos con una canción, una sonrisa o una bella palabra. 

No confío en volver a reunir todos las piezas de nuevo, en un modo perfecto, solo confío en hacer cosas inimaginables con las piezas, en volverlas cosas hermosas y al final del largo camino estar satisfecha con los pedacitos, que ya, totalmente triturados caerán desde el cielo en pedacitos de alma multicolor. 

martes, 31 de julio de 2012

La mujer de los libros en la cabeza

Mientras la mujer camina recta, con sus brazos puestos a ambos lados de su cuerpo, con la cabeza en alto, pero no muy alto, si no en señal de sumisión y los pies juntos con un libro en la cabeza. Si señores y señoras, con un libro en la cabeza y no en sus manos repasando letra por letra, línea por línea y no en su mente provocando rienda suelta a su intelecto e imaginación, no eso jamás, porque eso no es de señoritas.

Con su cinta métrica, que no sirve más que de mordaza, de signo de esclavitud, se mide la falda, el busto, las caderas, la cintura y la estatura para demostrar que si entra en el patrón de la señorita buena y deseable.
Por supuesto, que hablo de siglos pasados, no no, nuestra sociedad es más abierta, no tiene ese tipo de esclavitudes y humillaciones.

Si bien es cierto, existen más organizaciones de apoyo, más apertura, las mujeres en algunos lugares estudian libremente, nadie puede negar las raíces machistas de la sociedad.
Nuestro cuerpo, desde la misma Eva, es un pecado, es pecaminoso, es la tentación por la que el pobre Adán no puede resistir  porque es hombre y tiene un libido que alimentar. Desde Eva, nosotras somos las culpables, y Adán desde su costilla nos controla a su antojo.

Sí, es el siglo XXI y las faldas, no son normalmente medidas por unas cintas métricas, con unos dos centímetros menos de tela, todos empiezan a susurrar..."ahí va la puta".
Si señores y señoras  LA PUTA, la mujer que enseña un poco más de piel de lo debido, que por un momento deja que sus impulsos sexuales la revuelquen en el piso, la que se expresa libremente ante el llamado de su corazón, la que no se queda callada, la que habla y llora..

Etiquetas hay muchas, la sociedad se siente en la libertad de etiquetar nuestra forma de andar, de hablar y de vestir a su antojo, nuestra vida sexual e incluso nuestros cuerpos.
La Iglesia, El Gobierno, el vecino y la pareja, se creen dueños de nuestro cuerpo, creen que pueden votar sobre nosotras.

Mientras nos etiquetan, mientras nos sometemos a los mandatos de una sociedad machista, nos siguen agregando libros, uno por uno, no a nuestra biblioteca o a nuestras manos, si no encima de nuestra cabeza, para caminar en posición de sumisión.

Y es hora de que los gobiernos despierten y el mundo despierte. Nosotras disfrutamos de nuestra sexualidad, tanto como un hombre, podemos cometer errores como cualquiera, nuestro cuerpo en todas las formas es hermoso y no tiene porque tener un molde prefabricado, somos inteligentes y no necesitamos libros encima de nuestra cabeza, para caminar firmes, hacía un adelante más prometedor y más brillante.

jueves, 19 de julio de 2012

Las noches son las más difíciles

Con ese silencio que llegaste, te fuiste.
Me detengo ahora y recuerdo las ilusiones.
Ilusiones ahora muertas, ilusiones que fueron agonizando hasta secarse completamente.

Las ilusiones muertas, mas el amor no. Sigue ahí doloroso, flotando y recordando.
Recuerdos de tarde noches frías en la suavidad de tus manos, en el aliento cálido que salía de tus labios.
A veces no recuerdo que ya no estas aquí y me pongo a esperarte en el corredor, donde alguna vez nos sentamos a oler la tierra mojada.

Todo el día con mis ojos nublados, oliendo el penetrante aroma que salía de tu cuerpo, extrañando cada momento....
Si el tiempo pudiera volver, si acaso uno pudiera revivir un momento , como quisiera, me quedaría en tus brazos toda una vida, hasta que llegara el momento de partir y no volver a sentir.

Podría dormir todo el tiempo de mi vida, intentar no levantarme más para no pensar en tus ojos, intentar no soñar en que te tengo de nuevo.
Pero, el tiempo no vuelve, y estos arrepentimientos sin sentido me gritan con sus voces chillantes todo el día.

Todo mi cuerpo me engaña, no me acostumbro a que no estés aquí.
Sería más fácil no amarte en este momento, pero no puedo dejar de hacerlo.
Sería más fácil no arrepentirme, pero no puedo dejarlo.

Si tan solo hubiera podido detener el tiempo, en ese último o vivir para siempre sobre tu pecho, escuchando tu corazón hasta que ambos dejarán de latir.

Pero, no, un día me levante y volví la cara hacia adelante, para ver en un espejo el reflejo de mi felicidad.
Algún día tal vez volveré a sonreír o a cantar, a escribir poemas de amor y de risas, hoy no.
Ni hoy, ni mañana
Llorarte es ahora lo único que puedo hacer.
Te has ido y aún no puedo acostumbrarme.

viernes, 29 de junio de 2012

El Aroma de Celia

Aquella mañana, nada andaba bien, ninguna mañana desde aquel fatal y trágico día, parecía desplegar sus rayos de sol sobre mi alma, menos aquella mañana donde parecía existir solamente neblina, densa y pesada, la ausencia de sol, de cantos de aves en la ventana y el silencio majestuoso, parecía anunciar otra tragedia aproximándose, ya conocía ese olor a premonición.

Al salir de la casa, con el viejo abrigo con olor a armario  y cerrar la puerta, me embargo un sentimiento, ese sentimiento de que nada iba a quedar encerrado en la casa,  que ese miedo me iba a acompañar en esa fría y silenciosa mañana.

Caminaba sobre el pavimento, nadie parecía notar mi presencia, después de todo quién se iba a preocupar por un solitario como yo, con la mirada triste, con una mueca de dolor ya tatuada permanentemente en la cara, sin palabras amables para compartir y con el corazón seco de afecto y amabilidad.

No se a quién engañaba con esta rutina, me vestía para salir, pero, no llegaba a ningún lado, solo daba vueltas  hasta enloquecer con la culpa, hasta recordar su mirada y sus palabras, hasta recordar lo más dulce de ella.... su aroma.

No habían sido ni sus redondeados senos, ni la forma en que sus largos y negros rizos caían sobre su escote, tampoco había sido su amplia cadera, ni sus redondos muslos. Contrario a lo que todos pensarían, no había sido si quiera el par de hermosos y penetrantes ojos cafés, ni sus labios rellenos y ni siquiera sus rebosantes nalgas y tampoco su piel caramelizada, era el aroma que brotaba de ella.

Era el aroma a cielo, a pasto verde, a flores, a atardecer a la orilla del mar, era el olor que despedía su piel morena, el olor a miel impregnado...

En aquellos días ese olor parecía embriagar todos mis sentidos, parecía hacerme esclavo de sus deseos más profundos, hacía que todos mis impulsos fueran para acostarla sobre mi cama y tomarla ahí de todas las formas posibles.... Que el olor de todas sus partes penetrara cada poro de mi ser.

Ese olor, ahora era mi suplicio, era mi castigo, era el dolor de mi alma que ya no existía, era el sabor a culpa impregnado en mi memoria olfativa.

Mientras caminaba por los senderos del parque verde, que hoy estaba rodeado de neblina, con el mismo objetivo por el que caminaba siempre, olvidar el penetrante olor, las hirientes palabras y su cabellera negra y tez morena.

Pero aquel día, no fue como todos, ese día cuando me disponía a sentarme encima de la solitaria banca del parque, bajo la sombra de un viejo y olvidado árbol, me esperaba allí una flor celeste, mediana...

No me hubiera sorprendido, si no fuera porque eso era lo único que parecía tener color en aquel día, ni los arboles, ni el pasto ni las nubes del cielo, parecían tener tanto color como esa flor celeste.

Me senté y acariciando sus pétalos suaves contra la piel de mi mejilla, me acerque para olerla. Cuando la olí pude sentir como si ella volviera a pasar sus brazos por mi cadera, como si sintiera aún la suave respiración sobre mi nuca y la piel se me erizaba, todas las fibras de mi piel lo sentían, como un climax explotando, como los deseos a flor de piel, viniendo sobre un estimulo de mi olfato.

Sabía que era el momento de atraparla para siempre, no podía dejar que el viento la arrebatara, que la manifestación de su glorioso cuerpo escapara otra vez a una dimensión que no es posible para mí percibirla...No la podía dejar escapar de mis manos de nuevo.

Rápidamente la coloque contra mi pecho y corrí como nunca lo había hecho, como si mis piernas saltaran de alegría porque por fin podría capturar su alma y conservarla junto a la mía.

Finalmente llegue, temblando abría la cerradura de la puerta y me tire sobre la cama, sobre las sábanas que tenían años de no oler a ella y con la flor cerca de mi pecho recordé, mi memoria fue abierta a los más íntimos y dolorosos recuerdos.

Recordé la forma en que le rogué que no se fuera, que la amaba y necesitaba tenerla entre mis brazos, la forma en que ella sin piedad se fue, la forma en que se la llevo el viento, como si fuera solo un pétalo de esa rara flor donde habitaba su escencia.

Y más que todo recordé su nombre, retumbando en mis tímpanos, el nombre de la mujer. Celia se llamaba, aquella exótica morena, Celia era el nombre de mi felicidad y condena.

Los recuerdos del espíritu de Celia, me empezaron a embriagar progresivamente.

Empecé a recordar el día de su muerte.........

Había sido, tal vez, hace un año cuando Celia y yo habíamos desarmado la cama, volteado las sabanas, despedido olor a pasión en mi cuarto del quinto piso del complejo de apartamentos. Habíamos llegado al nirvana y vuelto de él, siempre con ella y sus caderas era una experiencia casi extra corpórea, donde todo su olor rebosaba en las fibras de mi piel.
Había sido un día de pura pasión y lujuria desenfrenada cuando Celia se levanto, completamente desnuda de  nuestro lecho y empezó a caminar, mostrándome su par de nalgas deseables, conforme caminaba.

De pie, frente a la ventana abierta, me miro, con aquellos ojos penetrantes color almendra, dejó escapar una lágrima y se sentó al borde de la ventana. Recuerdo que trate de convencerla y de decirle que la amaba, que preferiría estar en su lugar.
Mas ella me miro, con esa mirada triste, que nunca se me borro de la mente, con esa despedida en la cara y me beso la frente, haciéndome inhalar el exquisito olor de su cuerpo desnudo por última vez.

La razón, nunca la voy a entender, ni siquiera por que la escuche de sus labios, con la voz quebrantada y entrecortada, la escuche quejarse de como no podía sentir felicidad, ni cuando me escuchaba, ni cuando me veía, ni cuando la penetraba... Y no era solo en mi, no sentía felicidad ni en las flores del parque, ni en los rayos del sol contra su piel, me dijo que quería sonreír de nuevo y sentirse viva una última vez y se tiro del quinto piso, sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo.

Pude imaginar en ese momento, como su cuerpo desnudo, iba en caída libre, como el viente podría estar disfrutando de su increíble aroma y como tal vez por primera vez en mucho tiempo, tal vez pudo sonreír una última vez. La miseria, la tragedia y el golpe los escuchaba y los sentía viajar por todo mi cuerpo en ese momento que me revolcaba con la flor apretada en el pecho, entre las sábanas.

El dolor de no tenerla, el dolor era demasiado, la culpabilidad de su muerte, embargaban todos mis días y mis noches, necesitaba acabar con mi vida de culpas y recuerdos.
Recordé los antidepresivos, ya, probablemente vencidos de la gaveta de la polvorienta mesa de noche. Los encontré con la botella sin abrir. Empecé con una pastilla colorida, luego tragándome otra, después dos y seguía por cuatro, hasta no aguantar más y voltear el frasco hasta mi garganta.

Las sentía bajar, las sentí primero en mi lengua y después bajar por el tracto, todas ellas. Sin embargo, cuando mi temblorosa mano agarro el contenedor de nuevo, estaba lleno. Podría ser su efecto enloquecedor, o podría ser que estuviera atrapado en mi propia culpa, que ese fuera mi castigo eterno.

Ya no podía moverme, tragaba y tragaba y nada pasaba, la culpa seguí ahí, la ansiedad por su olor ahí todavía y el dolor de no volver a tener a Celia entre mis brazos, se hacía más real cada vez....

Ella fue mi castigo y mi condena, pero también mi única felicidad en mi patética vida, mi patética vida, que estaba destinado a intentar terminar, por toda la eternidad....





sábado, 23 de junio de 2012

Morir en caida libre

Había escuchado mucho sobre el proceso, preguntándome... ¿Cómo alguien puede saberlo, si no han vuelto de la muerte?
Estaría a punto de experimentarlo, no sabía si iba a tener algún tipo de conciencia, si iba a salir de mi cuerpo, la energía de mi alma...

Desde el diagnóstico tuve tiempo de pensar en el momento, y sabía que iba a ser hoy, algo me lo decía, no era ni el monitor que medía mis funciones vitales, ni mis amigos y familiares que se reunían frente a mi cama, era algo más....
No tenía miedo, no sentía nada solo quería que todo llegara a su fin, concluir mi ciclo vital...
De pronto, sentí que el momento había llegado, mi corazón se detuvo y lo supe porque lo supe, no por haber escuchado en la lejanía el monitor, seguido por llantos y sollozos...

Todo fue tan natural, sentí como el cerebro dejo de mandar señales y recibirlas, como en un estado de espera, que nunca llegaría a su fin... los pulmones, todo empezó a apagarse, como invitando a mi alma o energía a desprenderse de mi inútil cuerpo postrado en la cama...
Ya no existía, sin embargo, estaba, ahí no era que flotaba, era simplemente otro estado de la materia no estudiado, no era vida, pero podía ver como todos lloraban, como mi cuerpo lentamente se veía inhabitado...

Nadie me dio los "santos oleos" y no había pedido a nadie que hiciera misas en mi nombre, por el rescate de mi alma. Sin embargo, en secreto, deseaba salvarme... 
En el lapso de mi vida, nunca fui creyente, pero, albergaba la esperanza de una vida después de la muerte, ya estaba tan acostumbrado a mi vida, que la idea de renunciar a ella, no era algo que me podía imaginar...


Pero, en este momento, o no sabía si este era el momento en que iba a seguir existiendo, o si de pronto iba a pasar mi vida ante mis ojos o ver una brillante luz, pero, todo estaba congelado en el momento de mi muerte.... No sé cuanto tiempo paso, antes del próximo acontecimiento, no se si fueron años, milenios o segundos, a decir verdad el tiempo ya no importaba, el concepto no existía....


Y de pronto, la oscuridad total y en medio de la oscuridad total la existencia, si, solamente la existencia, la nada... el vacío, la soledad...... la nada sin nada ni nadie, solo los pensamientos, solo las dudas y los cuestionamientos, la espera sin días, ni horas, ni mediciones


La sensación de caer, la sensación de una caída libre sin tocar el suelo... ¿Cuál suelo? Aquí no hay nada sólido, aquí no hay materia............... 

En algún momento, creo que recuerdo y siento transportarme, pero, no lo hago sigo en la nada...... En la nada existo... Tal vez existo en la nada... No estoy seguro si estoy aquí...... Y poco a poco, en el transcurso de los segundos, días o milenios, o nada... seguro no transcurre nada...... poco a poco ya no percibo.........




jueves, 7 de junio de 2012

¿Que dirían todos si me vieran hablar con el espejo?


El reflejo en el espejo se cansa de esperar

Esa tarde en la que al fin lo pueda liberar

La mujer me devuelve una mirada reprobatoria

Un ¿Qué hiciste conmigo?

Y yo solo quiero entrar al mundo fantasioso

Necesito que alguien me cuente como es del otro lado

Todo se vuelve al revés, acaso

Ni la estupidez humana que me rodea a diario me impide imaginar

La variedad de criaturas que he de encontrar

Volver a ser mi reflejo y dejarla a ella, a ella que sin problemas me juzga del otro lado

En mi lado, en mi lado no es tan fácil 

Acaso puedes decirme si allá detrás o arriba, abajo o a un lado

Allá donde estas se escuchan algún sonido, una voz, una nota o un grito mudo

Si pudieras cruzar no juzgarías mis actos o mi forma

La sociedad donde vivo.. las criaturas que aquí existen, sé que de solo pensarlo tiemblas

Si tan solo tuvieras alma, mi querido reflejo, dejarías de culpabilizarme por lo que nos he hecho

En que nos he convertido….

Ya calla y solo escúchame, de este lado no hay salvación

Te regalo mi alma, pero déjame cruzar…

Al menos salva mi alma del otro lado

Y deja mi cuerpo sin soñar, sin pensar, sin sentir…

Todo en este lado se contamina, todo está sucio

¿Qué dirían si me vieran?

Nadie me cree…

Nadie me cree que me escuchas…

jueves, 24 de mayo de 2012

El caso de la señorita Martí

Prendí un cigarrillo y abrí la botella de ron que acababa de comprar de camino a casa después del trabajo, colgué el saco de vestir en la perilla de la puerta después de cerrar con llave.
 Moví el viejo sillón y me senté justo en frente de la ventana. Siempre a las siete y media en punto la señorita Martí tomaba su baño de la noche. Me encantaba ver como se desnudaba lentamente, descubriendo su par de senos medianos, su cinturita y sus perfectos glúteos, era mi ritual observar cómo se desnudaba en la ventana que daba de frente a mi apartamento.

Encendí otro cigarro mientras veía el par de nalgas asomándose por la ventana, haciéndome algunas proposiciones indecorosas. Mientras se desnudaba, sentía como mi falo crecía debajo de los pantalones, ritual de todos los días de baños nocturnos de la señorita, tomaba mi falo crecido con una mano y con la otra la botella de ron y con unos movimientos de arriba hacia abajo, tenía el resultado esperado en menos de tres minutos, unos espasmos de excitación y el semen que caía directo a mi crecido estómago. Luego me limpiaba, me fumaba unos dos cigarrillos más y me iba a dormir, ese era el ritual de todos los días.


Yo tenía un cuaderno de pasta roja, donde describía y documentaba a la señorita Martí. Ella tenía veintidós años, era de origen español, ambos padres eran provenientes de España, se había mudado a este vecindario, porque le quedaba cerca de la universidad. Era estudiante de enfermería, su nombre completo era Isabella Martí Bustos y además de todo esto tenía un novio, un hombre de tez morena, estudiante de medicina, tan genérico que era desagradable. La señorita era de estatura media, 1.65 para ser exactos, contextura delgada con unas nalgas sobresalientes y un par de pechos deseables y puntiagudos. Su pelo era ondulado, color caoba y su cara, su cara era la de una diosa. La perfilada nariz, los dos ojos grandes y negros, los labios rosados y grandes, la tez blanca, las gruesas cejas, todo se formaba perfectamente en su cara de diosa.

 Tenía todos sus horarios del semestre en el cuaderno de pasta roja, los días que su novio frecuentaba el apartamento para fornicar con ella, sus pasatiempos, entre ellos la fotografía y tocar el violín… Había tratado de enamorarla de la manera tradicional, sabía que no iba a ser tarea fácil, por nuestra diferencia de edad era marcada, yo era un viejo de cincuenta años y ella una joven de veintidós años, pero estuve dispuesto a intentarlo.
 Le dejaba flores siempre en la ventana, notas, incluso en las noches mientras se bañaba ponía hermosas canciones de amor para su disfrute, me ponía sombrero y traje y pasaba al frente de su apartamento, la seguía hasta su trabajo y le dejaba dulces o chocolates, pero nada era efectivo, y yo tenía que tener a la señorita Martí, estaba destinada para mí. Esa noche me dieron las once, apestando a ron, mirando y repasando mis notas del cuadernito rojo y repasando mi plan una y otra vez.

 Era su culpa, era culpa de ella, yo lo había tratado de hacer por las buenas, pero no hubo cooperación de la otra parte. Tenía un traje olvidado en el ropero, que ya hace unas semanas había destinado para esta ocasión, era negro y elegante y solo lo había usado una vez, esa vez que no quiero recordar, pero, sigue fresco en mi memoria después de diez años, ese día que mi futura esposa se fugó con una guapa pelirroja. Mis zapatos estaban limpios y lo más importante el elegante sombrero negro que había comprado hace unos días, me mire en el espejo, me veía hermoso, mi crecido estómago casi reventando los botones de la camisa, los pantalones, ya ajustados, el sombrero encima del grasiento cabello, que no cubría toda mi cabeza y luego mi cara. Esa cara de cincuentón tan desagradable a la vista. La nariz en el centro de la cara ridículamente grande, los ojos llenos de arrugas tenían que estar cubiertos por un par de anteojos muy usados, el abundante bigote y la piel sudada y arrugada característica. Todo era hermoso, perfecto.

 Abrí el maletín para revisar si estaban todas las cosas necesarias, algunas iban en los bolsillos para un alcance más rápido, deje las luces prendidas y encima de la ventana que daba a su apartamento la grabadora con la sinfonía número 6 en B menor de Dmitri Shostakovich, era perfecto para la ocasión, lo puse a repetir, una y otra vez. Baje las interminables escaleras con el maletín en la mano, con un nudo en el estómago, sudando abundantemente y con un paso firme y decidido, más corriendo que caminando. Era el momento que había estado planeando hace varias semanas, debería llevarle flores, pero ya habría tiempo de eso luego.
 Me recibió la puerta de su apartamento, como era de esperar, cerrada. Pero, ya había resuelto eso, había pensado en eso, había pensado en todo. Eran las dos de la mañana, aun así me fije que nadie me viera y forcé la puerta, era fácil, ya lo había hecho varias veces con la puerta de mi apartamento cuando olvidaba mis llaves y en el complejo de apartamentos todas eran iguales.

 Logre penetrar el apartamento de la señorita, con tanto silencio que me sentía orgulloso de mi mismo, había soñado repetidamente desde hace meses entrar al apartamento de la señorita, soñaba que todo estaba en desorden, su ropa de enfermera por el piso, platos vacíos de comida por el sillón, pero, nada de eso... Era todo lo contrario, en su apartamento, todo estaba hermosamente acomodado, tenía un olor a orden, a limpio, la alfombra blanca, con la que tanto había soñado y la que tantas veces había visto asomándose por la ventana era aún más blanca de como la recordaba y recubría todo el apartamento, eso iba más allá de su fantasía. Entré al segundo cuarto después del estrecho pasillo, era su cuarto.

 Entré y la vi profundamente dormida, tuve tiempo de observar el cuarto, sumamente limpio y acomodado a la perfección. Cuando la vi, a pesar de que la luz de la lámpara en la mesita de noche era tenue, pude observar los rasgos de su hermosa cara más hermosos que nunca, la bata de dormir color piel, que se confundía con su tez blanca y caía perfectamente sobre su escultural cuerpo. Así la observé por unos minutos, dormir angelicalmente, cuando de pronto abrió el par de hermosos ojos y cuando me vio su boca se convirtió en una mueca de terror y un grito ahogado salió de su garganta.

Cada vez que viene a mí memoria su expresión, me rió, fue una escena bastante chistosa. Busque rápido en mis bolsillos, por el cloroformo, pero, no estaba ahí y eso le ponía una traba a mi plan, en una fracción de segundo tendría que improvisar. Sin pensarlo dos veces, tome con fuerza la lámpara de la mesita de noche y le di un golpe firme en el lado izquierdo de la cabeza, fue suficiente para que desmayara en el suelo de su cama y para que brotara un hilo de sangre de la cabeza. La jale de los tobillos y pude observar como sus pezones se transparentaban encima de la bata de dormir. La jale dejando un rastro de sangre en la alfombra blanca, hasta situarla en el centro de la sala, donde la amarre por las manos y los tobillos al sofá y al mueble de la televisión respectivamente y donde también la amordace.

 Prendí un cigarrillo mientras esperaba que se despertara, primero empezó a mover los dedos de sus pies y luego los de las manos, cuando por fin abrió sus ojos y me vio por segunda vez, la pobre muchacha empezó a llorar y tratar de gritar. Pero, eso no me iba a desconcentrar de mi objetivo, saque del maletín un cuchillo afilado, pero, mediano y le arranque la ropa. Si he de ser honesto, tenía toda la intención de penetrarla, de satisfacer mis deseos carnales y lujuriosos con su divino cuerpo, pero, al verle desnuda cambié de parecer. Pensar en disminuir ese cuerpo, en rebajarlo a un objeto de mi satisfacción sexual, yo, un simple humano a la par de tan hermosa mujer, me daba asco, era un pecado hacerlo, tenía que cambiar de planes, tenía que saltar al siguiente paso. Decidí dejar su cuerpo lo más intacto posible, usar alguna solución para conservarla intacta, en vez de cortarle la yugular que era mi plan inicial. Primero pensé en inyectarle una letal mezcla de tiopenal sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio.

 Pero esto implicaría tener que esperar hasta la noche del día siguiente para encontrar los químicos en la bodega de la Escuela Medicina, donde trabajaba y cabía la posibilidad de tener que esperar cierto tiempo hasta que consiguiera los químicos necesarios. No podía ignorar el hecho de que la señorita seguía llorando, y que de la herida de su cabeza brotaba sangre, que aunque lucía el color lucía con su tez, era necesario que el cuerpo quedara intacto. De pronto, recordé algo, un método infalible, pero, algo cruel.

 No iba a dañar el cuerpo, de eso no había menor duda. Tomé el almohadón que descansaba sobre el sofá y lo oprimí fuertemente sobre su cara, más específicamente sobre sus orificios respiratorios, pero, no tan fuerte como para dejar moretones o lastimaduras. Retiré la almohada cuando escuche que dejó de intentar gritar y dejó de mover los dedos. Luego seguí con mi plan, el maquillaje, tal cuerpo tenía que descansar en un estado hermoso. Al asegurarme de que estaba muerta, empecé a maquillarla de una manera natural y que tan solo resaltara su belleza, ya había observado en las fotos que le había tomado a ella como era su maquillaje y procedí a imitarlo, creo yo, con mucha exactitud.
 Tomé las fotos necesarias del cuerpo, se veía perfecta luego la desamarre y la tome en mis brazos, como el marido que toma a su mujer en brazos hasta llevarla al lecho nupcial en su noche de bodas y la metí a una bolsa negra de jardín.
.Luego recogí mi maletín, metí los utensilios que había usado, las fotos, el maquillaje, el librito rojo y cerré el maletín. Acomodé su cama y todas las cosas que había movido y me lleve la bolsa, que no era tan pesada después de todo y el maletín bajo el brazo. Ya eran las cuatro de la mañana cuando salí de su casa y entré a la mía, probablemente levantando sospechas, pero, eso no era tan importante, ya tenía casi todo el objetivo completado. En esa hermosa mañana y al ritmo de Gabriel Frauré, con su requiém IV “Libera Me”, saque a la señorita Martí de la bolsa y la metí dentro del piso del apartamento, el cual ya había abierto para ese propósito, la coloque de tal forma en que se veía bellísima y después de contemplarla unos minutos, cerré con los pedazos de madera el piso, obviamente junto a ella descansaban el librito rojo y el maletín. Cuando terminé la faena, recordé que no le había llevado las flores a la señorita Martí.
 Así que tengo que ir a comprar unas bellas flores que se vean bien en un envase sobre el piso de mi apartamento.